Cuando Axel Kicillof fungía de ministro de economía del kirchnerismo, sostuvo que el gobierno no difundía los índices de pobreza ya que ello importaba estigmatizar a quienes se encontraban en esa situación, como si dar a conocer tales guarismos implicara dar los nombres y apellidos de los pobres.
Lo que realmente ocurría era que el Indec había caído en manos del patotero Moreno y por ello no se revelaba ningún índice, no solo el de la pobreza, lo cual facilitaba a la ex presidente Fernández de Kirchner afirmar, en junio de 2015, que “hoy el índice de pobreza se ubica por debajo del 5%”.
Envalentonado por esta fake news, Aníbal Fernández llegó a decir que Argentina tenía menos pobres que Alemania…¡Pobre Aníbal!
En su obsecuencia cristinista e ignorancia supina olvidó un pequeño detalle cual es la diferencia metodológica utilizada en ambos países: en Argentina se considera pobre a quien no alcanza a poder adquirir la canasta básica alimentaria, en tanto en Alemania para ser ubicado en esa escala los ingresos deben ser inferiores al 60% del sueldo promedio de ese país, con prescindencia que la persona tenga o no los recursos necesarios para alimentarse y satisfacer otras necesidades básicas.
Y tales falsedades quedaron demostradas por las cifras que a diciembre de 2015 brindaran la UCA y la CTA revelando que la pobreza dejada por el kirchnerismo rondaba el 30%.
Y ahora nuevamente Kicillof pero ya en calidad de candidato a gobernador de esta provincia vuelve sobre el tema de la pobreza al afirmar -sin brindar dato de estudio o encuesta alguna- que “hay gente que se dedica a vender droga porque se quedó sin laburo”.
Una primera mirada en torno a esta teoría podría ser enmarcada en recientes declaraciones de varios referentes del kirchnerismo que parecen justificar o quitar relevancia al accionar delictivo, tal como lo dijera Juan Grabois quien sostuvo que si le hubiese tocado ser cartonero, “yo estaría choreando, no estaría laburando.
Si a mí me hubiese tocado la situación de salir a juntar cartones, yo voy de caño” En respuesta a estos dichos, Dady Brieva afirmó que “A lo mejor por eso no le tiene tanto respeto, como le tenemos nosotros, al oficio del chorro.
Hay que tener un oficio, hay que tener know how para eso, no es para cualquiera”. Por su parte Alberto Fernández criticó la decisión gubernamental de poder solicitar el documento de identidad a quienes utilicen trenes y subtes y dijo que “van a las estaciones de trenes porque en los trenes viajan los pobres y van a pedirles documentos a los pobres para ver dónde están los delincuentes”; postura igualmente compartida por Victoria Donda quien sacando “chapa” de diputada pretendió impedir un operativo policial en el que se solicitaba a un joven exhibir su documento, entendiendo que ello era un proceder “nazi”; y al tomar conocimiento que dicha persona tenía un pedido de captura por la comisión de un delito de robo, dijo que no variaba su pensamiento.
Pero lo relevante del pensamiento de Kicillof es el hecho de pretender asociar delincuencia con pobreza, tema que de ninguna manera es aceptable ni real como lo han verificado investigaciones como la realizada en los EE.UU por el profesor de la Universidad de Stanford, Philip Zimbardo, quien en 1969 trató de demostrar la falta de asidero de la creencia popular que atribuye a la pobreza como generadora de delitos.
A tal fin, se dejaron dos autos de iguales condiciones abandonados en dos lugares de diferente composición social: uno, en una zona entonces pobre de Nueva York como era el barrio del Bronx y el restante en Palo Alto, un sector residencial de Los Ángeles.
En pocas horas, el primer vehículo fue totalmente desmantelado por los habitantes del Bronx pero no ocurrió lo mismo con el restante que permaneció intacto.
Entonces y luego de una semana, los investigadores rompieron uno de los vidrios del auto de Palo Alto, observando que también allí comenzó un proceso similar que concluyó con el saqueo total del rodado.
Concluyeron, entonces, en que la situación no se enmarcaba en un cuadro de pobreza sino que el vidrio roto en un auto abandonado generaba una sensación de desinterés, falta de normas y ausencia de controles y castigos.
Sobre la base de este ensayo, posteriores estudios desarrollaron la “teoría de las ventanas rotas”, según la cual, si se rompe el vidrio de la ventana de un edificio y nadie lo repara, al poco tiempo seguirán rompiéndose los demás, concluyéndose en que el delito crece en aquellos lugares donde se advierten síntomas de deterioro y de abandono así como la ausencia de autoridades que hagan respetar las leyes, proceso que comienza en forma gradual a través de transgresiones menores hasta llegar a la comisión de graves delitos.
Esta teoría se aplicó por primera vez en los años 80 en el metro de Nueva York que era considerado entonces como uno de los lugares más peligrosos de la ciudad, y consistió en ir eliminando los grafitis de los muros y la suciedad en los pasillos y estaciones, al tiempo que se comenzó a combatir la ebriedad, el desorden y la falta de pago del transporte, logrando en pocos años convertir al metro en un lugar limpio y seguro.
Y esa experiencia fue utilizada por quien fuera alcalde de la misma ciudad, Rudolph Giuliani, a través de la denominada política de “tolerancia cero” cuyo objetivo era organizar comunidades limpias y ordenadas, impidiendo toda violación a las leyes.
Kicillof siendo ministro no difundía los índices de pobreza para -según sus dichos- no estigmatizar a quienes se encontraran en esa lamentable situación.
Ahora y contradiciendo aquella postura, estigmatiza más gravemente a los pobres al pretender vincular delincuencia con pobreza.
