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“El lenguaje inclusivo en la educación” por Carlos Baeza

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“Emplea el lenguaje que quieras y nunca podrás expresar sino lo que eres” Emerson

Una reciente disposición del Ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires relativa al lenguaje inclusivo en la educación en todos sus niveles, ha provocado -como era de esperar- la reacción de aquellos sectores que desde hace tiempo ya vienen propiciando el uso del mismo y que se ha extendido a las normativas de diversas instituciones oficiales como el Ministerio de Salud, la ANSES, el PAMI o el Banco Central, entre otros. La idiotez como definitoria de la ignorancia es altamente peligrosa para las sociedades pues su ejercicio revela las carencias intelectuales de sus habitantes. Y en esa senda, se inscribe lamentablemente la promoción del denominado lenguaje inclusivo bajo cuyo manto se pretende cobijar inexistentes diferencias de sexo.

1° La mencionada norma dispone lo siguiente: “Establézcase que en el ejercicio de sus funciones, los/as docentes deberán desarrollar las actividades de enseñanza y realizar las comunicaciones institucionales de conformidad con las reglas del idioma español, sus normas gramaticales y los lineamientos oficiales para su enseñanza”. Tal como se advierte, -y sin dejar de señalar la incongruencia de utilizar “los/las”- la resolución no prohíbe que en el interior de los establecimientos educacionales, tanto los alumnos como los docentes, puedan utilizar el lenguaje que les plazca, sino que simplemente dispone que dentro del aula la enseñanza se imparta conforme a las reglas del idioma español y sus normas gramaticales, tal como se viene haciendo en Argentina, al menos desde que yo iniciara mis estudios primarios en la década de 1940 y sin que nadie hubiera cuestionado jamás que ese era el idioma que nosotros utilizamos. Es que “prohibir” significa “vedar o impedir el uso o la ejecución de algo” que estaba permitido y precisamente, en ninguna jurisdicción
existe norma o reglamentación alguna que disponga el uso del lenguaje inclusivo en el ámbito escolar. Lo que ahora se denomina “lenguaje inclusivo” es una modalidad que solo es dable encontrar en algunos grupos de adolescentes en sus conversaciones diarias pero que nunca ha trascendido a nivel poblacional ni ha arraigado en los medios ni en el quehacer diario. Ya la Real Academia Española tiene dicho que “Lo que comúnmente se ha dado en llamar ‘lenguaje inclusivo’ es un conjunto de estrategias que tienen por objeto evitar el uso genérico del masculino gramatical, mecanismo firmemente asentado en la lengua y que no supone discriminación sexista alguna” Es que como la misma institución viene sosteniendo dicho lenguaje es una modalidad impulsada por sectores feministas que abogan por la no discriminación sexual y cuya principal característica es reemplazar la letra “o” en palabras como “todos” por la letra “e” (“todes”); aclarando que “El uso de la letra ‘e’ como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical (‘chicos’) ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.

2° Obviamente que quienes más repudiaron la nueva medida fueron los sectores del oficialismo que siguen las expresiones del gran filólogo vernáculo Alberto Fernández quien sostuvo que “Cuando uno dice todes no está haciendo el ridículo como algunos creen, le está hablando a los que nunca le hablaron. Como esto es de todos, de todas y de todes tenemos que hablar de esa manera y es un esfuerzo que tenemos que hacer, los varones antes que nadie”. Si él lo dice…También la vicegobernadora del Chaco Analía Rach Quiroga al referirse a los grupos que laboraron en un proyecto, se refirió a los mismos como “el equipo y la equipa”; en tanto María Cecilia Vázquez, presidente del Consejo Provincial de Santa Cruz en su acto inicial se dirigió a los “jóvenes y jóvenas” Por su parte el ministro de Educación nacional Jaime Perzcyk cuya expertise en la materia sería -según su CV- la de licenciado en Educación Física, afirmó que “si tantos chicos y chicas usan ese lenguaje refleja otra cosa, una situación de injusticia, de machismo con las chicas y mujeres argentinas, y que si lo usan es porque
entienden que es una herramienta para que eso cambie” Si el funcionario piensa que diciendo “chiques” se logrará la igualdad de sexos y que así se acabarán los “machirulos”; los femicidios y las diferencias salariales entre varones y mujeres, es evidente que no tiene idea de lo que pregona.

3°Cabe recordar que una cosa es la utilización del lenguaje inclusivo en la vida cotidiana y otra muy distinta en el ámbito educativo, donde las últimas pruebas de matemáticas y lenguaje han demostrado las falencias en dichas disciplinas; en la comprensión de textos y hasta en la dificultad para leer y escribir en alumnos de 2° y 3er. grado que no fueron capaces siquiera de hacerlo con sus nombres y apellidos. Según informa la UNESCO (2020) de 194 países analizados solo hay cinco -dos de ellos latinoamericanos- que tienen leyes de educación inclusiva y que son Chile; Italia; Luxemburgo; Paraguay y Portugal. Pero una cosa es la “educación inclusiva” y otra muy distinta es “el lenguaje inclusivo en la educación”, ya que lo legislado en esos países no alude al “lenguaje inclusivo” sino a la “educación inclusiva”, es decir la dirigida a grupos específicos en riesgo de exclusión de la educación, que generalmente son aquellos con discapacidades o problemas económicos o sociales, como también lo dispone la ley de Educación Nacional 26.206 de nuestro país, en el art. 11 inc. e) y n), entre otros. Debe señalarse que Francia ha desaconsejado la escritura inclusiva por considerarla un obstáculo para la lectura y la comprensión de la palabra escrita; en tanto en Uruguay se dispuso que las expresiones inclusivas deben ajustarse a las reglas del idioma español. En síntesis: ni en Argentina ni en ningún país del mundo se ha establecido la utilización del lenguaje inclusivo en la educación, por lo cual mal se puede prohibir lo que
nunca fue autorizado por norma alguna.

4° El lenguaje no puede ser impuesto en forma normativa y por ende no nace de arriba hacia abajo, sino a la inversa, cuando el uso consuetudinario de un grupo poblacional va incorporando palabras y giros que con el tiempo se generalizan y son utilizados por todos en forma natural y espontánea. Viene a cuento de esta conclusión un hecho que cuenta José María Iribarren en “El porqué de los dichos”, acaecido el 31 de mayo de 1871, cuando se inaugurara en Madrid el primer tranvía dando lugar a una serie de festejos, entre ellos, un banquete al que acudieron personalidades de la política, de la justicia y del periodismo. A la hora de los discursos, el presidente del Congreso de los Diputados, don Salustiano de Olózaga quien era miembro de la Academia de la Lengua, expresó que su fugaz intervención solo tenía por finalidad solicitar que a partir de ese momento, se dijera no “el tram-vía” sino “la tram-vía”, lo que fuera apoyado por el marqués de Valle Alegre, y motivara que el representante del congresista, señor Albareda, agregara que: “si nuestra voz ejerciese algún influjo sobre los
directores de la empresa, nosotros les rogaríamos que complaciesen a la par al señor Olózaga y a la Academia”. Sin embargo, como concluye el comentarista, el público y la empresa no se hicieron eco del pedido y masculinizaron para siempre la palabra “tram-vía” convertida luego en “el tranvía”. No se puede imponer un término desde arriba o mediante una disposición normativa.

5° En nuestro país el idioma es el español. Hablamos; escribimos; leemos y nos comunicamos en ese idioma a cuyo fin cabe a la Real Academia Española la constante recepción de nuevos términos que a través del uso por parte de diversos grupos se van incorporando al diccionario de la lengua. La Real Academia Española, institución creada por el marqués de Villena en 1713, tiene como lema su principal objetivo: “limpia, fija y da esplendor” al idioma y sostiene que las lenguas evolucionan con el uso popular no con imposiciones políticas de arriba hacia abajo. Y en ese sentido, seguir sus pautas -como ha sido siempre- no es una cuestión de capricho sino utilizar el lenguaje tal como ha sido concebido para que los hombres -ojo, y también las mujeres- se entiendan. La RAE no inventa términos sino que se limita a registrarlos a propuesta de cualquier interesado mediante el sistema Unidrae, luego de superar el estudio de 5 comisiones que por consenso y durante un largo periodo deciden su incorporación. Siguiendo entonces las enseñanzas de la RAE es posible fijar las siguientes
pautas en lo que hace al uso del idioma español.

a) En primer término, una frecuente anomalía la constituye la utilización de la expresión “género” en lugar de “sexo” y así se habla por ejemplo, de “violencia de género”. Como explica la RAE, el género es una propiedad de los nombres y de los pronombres que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia con los determinantes, los adjetivos. Por tanto, las personas no tenemos “género” sino “sexo” y de tal forma la expresión “violencia de género” es incorrecta porque la violencia la ejercen las personas y no las palabras debiendo denominársela “violencia sexual” o “violencia doméstica”.

b)En cuanto a la utilización de la vocal “e” en pos de una supuesta mayor inclusión de la mujer en lugar de “a” u “o”, la presidente de la Academia Argentina de Letras explica que se trata de una práctica ajena a la morfología del español; y agrega que al preguntar por qué se eligió la “e” nadie pudo darle respuesta por lo cual “cuando no se puede fundamentar una modificación de la lengua, acá tenemos que hablar de lingüística y de movimientos sociopolíticos o no sé cómo llamarlos. Yo contesto por la lingüística”. Y en cuanto al uso de “les” recordó que es un pronombre personal pero no un artículo y por ello no puede reemplazar a “los” y “las”.

c) Algo similar acontece con expresiones tales como “ciudadanos y ciudadanas” lo cual es un circunloquio innecesario ya que el criterio básico de cualquier lengua es la economía y la simplificación, es decir, obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos. De allí que el empleo de circunloquios y sustitución inadecuados, como “diputados” y “diputadas”, “todos y todas” o “niños y niñas” es “una estúpida incorrección lingüística y resulta empobrecedora, artificiosa y ridícula y destroza la economía del lenguaje”. En el mismo sentido se sostuvo que “el mundo se reduce a sexo: ese es el lema de esta moderna herejía. Primero confunden género y sexo: una silla es femenino pero no hembra; un sillón es masculino pero no macho”.

d) Otra confusión surge al utilizarse expresiones como “presidenta” en lugar de “presidente”, señalándose que el participio es la parte de la oración en la que el verbo interviene en la formación y significación del nombre y de allí que los participios activos derivados de los verbos de 2ª. y 3ª. conjugación acaban en “ente”, que significa “el que tiene entidad”; por ejemplo, de cantar “cantante”, de servir “sirviente” o de escribir “escribiente”. En consecuencia, cuando se debe nombrar a una persona que ejerce la acción a la que el verbo se refiere, se le añade “ente” y por tanto a quien estudia se le dice “estudiante” y no “estudianta”; al que dirige se lo menciona como dirigente y no “dirigenta” y a quien preside se le llama “presidente” y no “presidenta”, con prescindencia que se trate de un hombre o una mujer. Lo contrario supondría que en lugar de “habitantes” (art. 14 C.N) debería decirse “habitantas”; e igualmente “ciudadanas” a la par de los “ciudadanos” (art. 21 C.N), o “las consumidoras y usuarias” junto a “consumidores y usuarios” (art. 42 C.N). Como se advierte, un auténtico dislate que ni quita ni pone significado alguno.

e) Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y las ciudadanas, etc.) ha comenzado a usarse el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales “a” y “o”: l@s niñ@s. Sin embargo, “la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción “del” solo es válida para el masculino niño”.

6° En la Argentina, es precisamente en el ámbito educativo donde se han detectado las mayores falencias de nuestro sistema, como lo revelan distintas pruebas, tales como la PISA, la PIRLS o la Aprender. En 10 años, solo el 29% de los que comenzaron la primaria terminaron el secundario, siendo que más del 50% de quienes cursan esta etapa no completan el ciclo en tanto solo se gradúan en las universidades estatales el 23% de los inscriptos.
Tuvimos una prolongada cuarentena que durante casi dos años mantuvo cerrada las escuelas y ello generó, además de los problemas educativos y sociales, una gran deserción en el alumnado que aún no se ha recuperado.

Hoy día, solo en el ámbito de nuestra provincia, existen más de 500 escuelas que no pueden funcionar por falta de gas, mientras el gobierno alardea de vender ese insumo a otros países. Y los gremios docentes, que en la gestión anterior hacían cola para reclamos y huelgas, hoy guardan cómplice silencio con todas estas falencias y hasta alaban la instrumentación de pruebas de evaluación. En este contexto, pretender que se ha prohibido en el
ámbito escolar el uso del lenguaje inclusivo cuando nunca norma alguna lo puso en vigencia y solo se limitó a reafirmar la utilización de la lengua española, suena como una muestra más de la revancha del populismo vernáculo y mediocre contra la CABA y que solo aspira que en la Argentina de la anomia, como decía Discépolo, sea “lo mismo un burro que un gran profesor”.

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