Emanuel Ginóbili se convertirá hoy en el primer argentino en ingresar al Salón de la Fama de la NBA. Ganador de cuatro anillos con San Antonio Spurs y campeón olímpico con la selección argentina, el ex basquetbolista hizo un repaso por su carrera en una entrevista con su ex compañero Fabricio Oberto que está disponible en Star+.
El bahiense recordó sus primeros pasos en el básquet, su incontenible frustración ante cada derrota y cómo se transformó en una gloria del deporte de manera tan rápida que no tuvo tiempo para valorarse a sí mismo. Además, contó cómo ahora, con 45 años, ha aprendido a tomarse con calma cada experiencia de vida y a disfrutar de los momentos más lindos de su vida cotidiana.
Sus comienzos
“Yo nunca elegí el básquet, nunca dije ‘uy, que buen deporte’. Para mi familia el básquet era como ir a la escuela o comer, era una actividad familiar. Íbamos a la escuela y después íbamos al club que estaba a una cuadra. Mi hermano jugaba y mi papá era el presidente”.
“Tuve la fortuna de que el básquet me encantó, de que tenía las aptitudes físicas y de que era competitivo, pero bueno. Era salir de la escuela, hacer la tarea e ir al club. Solo interrumpía la rutina para estudiar inglés. Pero me encantó desde el día uno”.
“Muchos de los técnicos que tuve han elogiado mi competitividad, pero yo era así, nunca lo elegí. Lo mismo me pasaba con los boletines de la escuela, quería tener mejores notas que mis hermanos. Me costó muchos años bajar, controlar eso. Yo lloraba cuando perdía, sentía frustración”.
“La pasaba tan mal perdiendo que necesitaba ganar. Para mi carrera, vino bárbaro, porque eso me alimentó, me hizo insaciable. Pero para la salud mental y estar tranquilo y disfrutar, no. Si lo veo en mis hijos trataría de bajarlo o de contrarrestarlo”.
“Con el sexo opuesto era muy introvertido, me daba mucha vergüenza. En mi época de estudiante empecé a salir pero a cuenta gotas. Hasta los 20 años nunca me interesó y si salía, era para cumplir. En parte me arrepiento y en parte no, pero fue bueno para mi carrera”.
“Yo era fanático de Jordan, de los Bulls en los 90. He llorado con alguna final. Pero pasó un año, dos… y todo el mundo era de Chicago. Entonces me quería diferenciar y estaban los Warriors y adopté ese equipo. La única camiseta que tuve en mi vida fue la de Tim Hardaway. Extrañamente en el Hall of Fame vamos a estar los dos”.
“Esa especie de obsesión por no perder, fue innata. No había una estrategia, el hecho de pasar por esos lugares (que había entre dos rivales) era por aptitud física, era lo que podía hacer. No podía ir a volcársela a todos en la cara, aunque intentaba muchas veces. Pero cuando viene un Shaquille (O’Neal) o un (Dikembe) Mutombo o quien sea, no podés. Y la estrategia que encontré fue el Eurostep que me sirvió muchísimo”.
Su gran cambio
“Hubo un clic después de Estudiantes (de Bahía Blanca) en 1998. Me pasaban de golpe cosas que yo pensaba imposibles dos años atrás. Absorbía todo y me salían las cosas y sentía que me comía el mundo, entre el 2000 y 2005 fue un estado mental casi indescriptible. Fue exacerbado, no me volvió a pasar. En ese momento no sé qué era. Era mucho, muy de golpe”.
Sus anécdotas divertidas en el selección argentina
“La pelota de la final del 2004 me la trajo el oficial de mesa después de los festejo a ver si la quería. Todavía no se había anunciado que era MVP de los Juegos Olímpicos. Pero me pidió a cambio una camiseta. Le di la camiseta, me dio la pelota, la metí en el bolso y volamos. Y no sé dónde quedó”.
“Después de los festejos, un periodista me llama y me hace hablar con mi viejo en vivo por una radio. Me alejo del grupo y cuando me di vuelta veo que se fueron sin mí. Quiero imaginar que nadie se dio cuenta. Me di vuelta, no estaba el colectivo y me quiso alcanzar un colaborador, pero no llegamos. Llegué a la Villa Olímpica con una calentura”.
“En 1998, yo peleando con Pepe Sánchez un lugar en la Selección, estábamos en San Pablo y no sé qué paso que bajamos tarde y el colectivo se había ido. Jugábamos un amistoso contra Brasil. Yo compartía habitación creo con Pepe y llegamos tarde los dos. Encima dos candidatos al corte. Nos tomamos un taxi y le dijimos al taxista que vuele. Entramos y vemos al equipo entrando en calor y nos quedamos esperando la cagada a pedo. Pero no se dan cuenta y saltamos el cartel, dejamos los bolsos y empezamos calladitos. Nadie se dio cuenta. No se enteró (Julio) Lamas, no se enteraron ustedes. Dio la sensación que veníamos del vestuario y nadie se enteró”.
“Los logros los asimilas días después, todo tiene su momento. En el medio del campeonato no te pones a valorar, pero hay momentos de perspectiva en los que reflexionás y decís, ‘Esto no es algo de todos los días’, ganar un Juego Olímpico o ganar 4-0 una final de la NBA”.
“No sé si disfruté tanto mi primer anillo de la NBA porque pasaban muchas cosas. Me sentía importante porque jugaba 15 o 20 minutos, pero quería más”.
“Todo mi camino tendría que haber disfrutado más. Debí haberme calmado y debí haber sentido que estaba jugando una final de la NBA o un Mundial. Debí haber disfrutado más de los procesos”.
“Hay algunos que nacen con el don de la empatía o de perspectiva y yo no. Era ‘yo yo yo’, el básquet, mi tiempo, mi dieta y mi siesta. Ojalá pudiese tener la cabeza de hoy y el cuerpo de los 25 años, pero la vida funciona así”.
“Mi relación con los premios individuales es rara. Me alegra mucho que se alegren tanto por mí. Recibo llamados de gente que realmente se pone muy feliz y me alegra mucho poder seguir generando eso pero soy medio reacio a eso. No sé disfrutarlo del todo. No es que me niego, pero me cuesta aceptar el mimo. También me pasó al ser abanderado olímpico. Después en el momento fue un orgullo, pero me genera siempre algo raro al vivir en un deporte de equipo”.
“Va a ser algo único entrar al Hall of Fame, pero hoy por hoy es más un peso que un goce. La previa no es fácil. Tengo mucha gente para agradecer en poco tiempo”.
“Todo premio individual lo considero de equipo y no es demagogia eso”.
“Si viajara 20 años hacia atrás me pediría que me calme, porque la vida pasa por otro lado. Que lo disfrute más porque hay conexiones que valen más que un título”. (Infobae)