Desde una mirada local, María Julia Poiré escribió “El último habitante de Epecuén”, un cuento sobre Pablo Novak que invita al redescubrimiento personal.
La semana pasada Villa Epecuén perdió a su último habitante: Pablo Novak, un hombre de 93 años que, a pesar de la tragedia que vivió este pueblo en la década de los 80, eligió volver. Su historia quedó inmortalizada en entrevistas, programas de televisión, videos de YouTube y también en el cuento infantil “El último habitante de Epecuén”, escrito por la comunicadora social María Julia Poiré, quien quiso contar la vida de don Pablo desde una perspectiva local.
Para conocer más sobre esta obra, Infocielo dialogó con la autora, quién brindó detalles sobre esta obra inspirada en la identidad, el sentido de pertenencia y la resiliencia.
Como a tantos otros, para María Julia la pandemia fue una época muy compleja. La incertidumbre por un virus desconocido, las exigencias laborales y la etapa terminal de la enfermedad de su madre la llenaban de angustia y agobio.
No obstante, una mañana de agosto de 2020, tomó la decisión de llenar de luz un momento de tan sombrío. Se sentó y se puso a escribir, sin siquiera saber lo que lograría, pero con la certeza de que había una historia por contar desde una perspectiva única.
Fue así que comenzó a darle forma a una crónica periodística sobre Pablo Novak, el denominado “El último habitante de Epecuén”. María Julia era consciente que personas de todos los rincones del mundo habían viajado para conocer y relatar la curiosa vida del hombre que había elegido seguir vivir en un pueblo completamente en ruinas. Sin embargo, sentía que aún faltaba alguien que contara su historia desde la perspectiva auténtica de Epecuén.
Aunque nació en La Plata, María Julia hace siete años que eligió a Carhué, pueblo que queda a tan solo 7 kilómetros de Epecuén, como el lugar para establecerse y formar una familia. Gracias a su marido, oriundo de Carhué, y a la conexión diario con la comunidad, conoció de cerca la trágica historia de Epecuén y la herida que aún persiste en sus ex habitantes.
Epecuén era una ciudad reconocida por su lago salado con propiedades curativas equiparables al Mar Muerto. Cada verano recibía miles de turistas, que disfrutaban de sus calles, hoteles y balnearios, siendo la principal fuente de ingresos para sus habitantes.
Pero el 10 de noviembre de 1985 la vida de este pueblo cambió para siempre. A pocos días del comienzo de la temporada estival, una intensa tormenta azotó la villa, provocando el desborde del lago y dejando a viviendas, hoteles y décadas de historia bajo el agua. En cuestión de horas, Epecuén pasó de uno de los principales centros turísticos de la provincia de Buenos Aires a un pueblo en ruinas.
A pesar de que muchos de sus habitantes evacuaron hacia Carhué con la esperanza de regresar nuevamente a sus hogares, eso no fue posible: durante veinte años Epecuén quedó sumergida. Con el transcurso del tiempo, el nivel del agua comenzó a descender y las estructuras de las antiguas casas reaparecieron.
Sin embargo, el único que regresó fue Pablo Novak, que en la década de los 90’ se instaló en una casa abandonada que milagrosamente se había salvado de la inundación por unos metros. A pesar de tener una extensa familia, Novak prefirió la inmensidad de la soledad de Epecuén, que le regaló hermosos atardeceres casi postapocalípticos y visitas de todo el mundo hasta hace apenas una semana, cuando falleció a sus 93 años.
Por su parte, María Julia, desde 2018, integra la sede cahuense de la biblioteca “Del otro lado del árbol”, el mítico espacio de lectura originado en la ciudad de La Plata. Allí se plantearon la idea de buscar historias locales para narrar y ella sabía que la vida de don Pablo era una de ellas.
“Las personas que contaban la historia de don Pablo eran personas que después se iban. No hay historias de acá que queden acá. El que venía a contar era alguien de afuera pero no era un tema que localmente se ponía sobre la mesa”, remarcó María Julia.
“Una vez me pasó que la hija de un compañero de trabajo le dijo: ‘Vamos a donde están las casitas rotas’. En ese momento la quedé mirando y pensé: ‘¿Qué historia le estamos contando a los más chicos?’”, recordó.
Estos interrogantes la llevaron reflexionar sobre el relato existente sobre Epecuén, Carhué y la trágica historia de la inundación. Pero antes de continuar con el proceso de escritura, la autora le pidió autorización a la familia de Novak, ya que le resultaba extraño escribir alguien que, en definitiva, era su propio vecino. Sorprendentemente, don Pablo se involucró profundamente con el proyecto y siguió de cerca todos los avances en escritura, ilustraciones e impresión. Al enterarse de que la venta del libro beneficiaría a la biblioteca “Del Otro Lado del Árbol”, se preocupó por conseguir fondos para lograr imprimirlo, asegurándose de que llegara a un público más amplio.
Desde aquel intento de crónica hasta el resultado final de un cuento infantil, pasaron tres años de intenso trabajo, donde María Julia tuvo que animarse a jugar con la imaginación, romper las estructuras y buscar otras formas de contar las bellezas naturales de Epecuén. Además, conformó un equipo de trabajo junto a Gustavo García y Maricel Schiebelbain, quienes se encargaron de las ilustraciones, el collage y la coloración, y contó con la colaboración de Josefina De Dominicis, diseñadora y editora.
“El libro reúne tres cosas: la historia de don Pablo, la historia de la inundación y el patrimonio natural que tenemos en Epecuén. Es un cuento de ficción pero que relata cómo era antes Epecuén, quién la fundo, por qué las casitas están rotas, a dónde se fue la gente que vivía ahí y quiénes eran. En el medio, te va contando sobre los flamencos, los falaropos y sobre el lago que es diez veces más salado que el mar, entre otras cosas”, detalló.
Una herida por sanar y un patrimonio bonaerense por explorar
Aunque muchos pueden considerar que la tragedia de Epecuén como parte del pasado, para sus antiguos habitantes es una herida reciente que perdura. Lo mismo sucede con Don Pablo, ya que ciertas personas cuestionan su origen epecuense. En este sentido, Poiré, consciente de estos resquemores, optó por realizar resignificación de la historia del pueblo a través de la literatura infantil.
“Hay que entender que estamos hablando de una tragedia, donde muchas familias perdieron absolutamente todo. Se estaban preparando para su temporada de más trabajo y de repente tuvieron que irse y no volver más a su pueblo. Es una herida que está abierta y que hay que entender. Yo lo hice desde el respeto y desde el amor, por eso entiendo a los ex residentes. Más allá de eso, creo que la historia de Novak se carga cosas que no le corresponden”, explicó.
“Desde los 90 hasta acá, Novak estuvo cada día dando testimonio, hablando con turistas y contando la historia de Epecuén. Eso tiene valor tan grande y lo hizo para nuestra comunidad. Yo creo que con el tiempo y la distancia va a haber otra perspectiva”, agregó.
A pesar de la controversia local, la obra no toma posición sobre el origen de don Pablo, sino que apoya la idea de que Epecuén fue el lugar que Novak eligió para vivir hasta su último día. En este sentido, el cuento ofrece diversos niveles de lectura, tanto para grandes y chicos, y propone plantearnos la siguiente pregunta desde múltiples sentidos: “¿Cuál es el lugar que uno elige habitar?. Curiosamente, al igual que Don Pablo, los creadores de este libro ninguno de ellos nació en Epecuén o Carhué, pero si lo eligieron como su lugar en el mundo.
“Es un libro para explorar las emociones, qué sentimos y qué hacemos con eso que nos pasa. También es un libro interesante para trabajar el tema del bullying, ya que el cuento relata cómo, a medida que crecía la fama de don Pablo, crecía la polémica y cómo él era señalado como alguien que no era de ahí. De hecho, hay una imagen re potente del libro con él chiquitito con todas esas voces gigantes que le dolían a su alrededor”, señaló María Julia.
La autora jamás imaginó lo lejos que llegaría su obra: muchos niños y sus familias llegaron a Epecuén con el libro bajo el brazo, ansiosos por descubrir aquel peculiar pueblo en ruinas, tierra de flamencos y falaropos, que don Pablo eligió para vivir.
“Este lugar todavía se está reponiendo de la inundación, no solo por la herida abierta, sino porque Epecuen era el lugar turístico de preponderancia que significaba trabajo para Carhué y Epecuén. Después de la inundación fue muy difícil levantarse. Creo que recién estos últimos años, por cómo está creciendo la provincia de Buenos Aires y el esfuerzo que se está haciendo por contarla, se está posicionando Carhué como lugar turístico”, sostuvo.
“Creo que hay que leer este libro para conocer una parte de la historia de la provincia de Buenos Aires, su cultura y la naturaleza. Pero también porque es una invitación a hacerse preguntas sobre uno mismo”, concluyó. (Infocielo)