Héctor Domingo, el maestro del acordeón que marcó una época en Bahía Blanca, continúa emocionando con su música. Sigue firme tocando melodías con su gran compañero y refugio después de la muerte de su esposa
Héctor Domingo Corradetti, nacido el 12 de marzo de 1934 en Villa Belgrano, Bahía Blanca, encontró en el acordeón su mayor refugio y pasión desde los cinco años. Hoy, a punto de cumplir 92, este músico y maestro sigue inspirando a generaciones con su legado artístico.
Desde su infancia en una zona de quintas hasta su consagración como un ícono de la música popular, la trayectoria de Héctor es un ejemplo vivo del poder transformador del arte.
Corradetti descubrió su vocación musical en su niñez, cuando escuchó por primera vez el sonido de un acordeón en un baile local. Motivados por su entusiasmo, sus padres, Domingo Corradetti y María Zamponi, le regalaron su primer acordeón, marcando el inicio de una relación inquebrantable con el instrumento.
A los 18 años, Héctor ya era profesor de música y decidió fundar su propio conjunto, ‘La Bandita de Héctor Domingo’. Este grupo, integrado por amigos y músicos locales, se convirtió en un fenómeno cultural, llenando salones y sirviendo de escenario para que innumerables parejas se conocieran y enamoraran.
El debut de ‘La Bandita’ en los estudios de la emisora LU2, en marzo de 1958, marcó un hito en su carrera. Bajo la dirección de Héctor y compuesto por siete músicos, el conjunto interpretó una serie de partituras que cautivaron al público.
La actuación, promovida por la emisora y cuidadosamente preparada con ensayos intensivos, consolidó la fama del grupo y dejó una huella imborrable en la memoria colectiva de Bahía Blanca.
A lo largo de su vida, Héctor logró equilibrar su carrera musical con su trabajo como empleado del Banco Provincia y su rol como padre de cuatro hijos y abuelo de siete nietos. Incluso en los momentos más difíciles, como el fallecimiento de su esposa Elba Gloria Perissé tras 61 años de matrimonio, el acordeón fue su refugio emocional.
“La música me permitió sobrellevar la soledad, la angustia y el dolor”, confiesa Héctor, quien ha encontrado en su arte una forma de sanar y seguir adelante.
Además de ser un intérprete destacado, Héctor dedicó tiempo a la enseñanza, formando a nuevos músicos y transmitiendo su amor por el acordeón. Su influencia no se limitó a las aulas, ya que su legado musical también permeó su vida familiar: su hijo menor siguió sus pasos como músico, inspirado por los ensayos y las melodías que marcaron su infancia.
La vida de Héctor Domingo es un testimonio del impacto social y cultural de la música. Su acordeón no solo fue un instrumento, sino también un puente entre generaciones, un consuelo en tiempos difíciles y una fuente inagotable de alegría.
A sus 92 años, Héctor sigue tocando, enseñando y compartiendo su pasión, demostrando que el amor por la música no tiene edad. (Diario La Nación)
