dom. 6 de octubre de 2024
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A 50 años del partido de los récords que tuvo como protagonista a un equipo de la Liga del Sur

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El 6 de octubre de 1974 se disputó en el estadio del “Taladro” un partido que quedaría en la historia. Un pedido especial del árbitro al arquero derrotado y los otros eventos deportivos que tuvieron lugar ese fin de semana. Los 13 goles de Banfield y la marca espectacular de Juanchi Taverna

El sol dejaba traslucir sus destellos en la primaveral tarde. Eran poco más de 1.500 los espectadores que se habían llegado hasta el estadio de Banfield para ver una nueva fecha del agotador torneo Nacional, que contaba con la descomunal cifra de 36 equipos. Llamó la atención que fuera tan poca la concurrencia, porque el Taladro estaba haciendo una buena campaña, ubicado en el tercer lugar de la zona A, detrás de Boca y Rosario Central y debía enfrentar a quien era, hasta ese momento, el cuadro de más flojo rendimiento: Puerto Comercial de Bahía Blanca.

Ese puñado de personas, tuvieron su premio, porque fueron los privilegiados testigos de una tarde que se perpetuó en la historia del fútbol argentino. Al punto que ha transcurrido medio siglo desde aquel domingo 6 de octubre de 1974, cuando se batieron varios récords en 90 minutos, con la goleada del cuadro local por el insospechado score de 13 a 1.

Un partido que se fue poblando de récords, pero sobre todo uno es el más recordado, porque Juan Alberto Taverna, conocido como Juanchi en el mundo de la número cinco, alcanzó una marca inédita en nuestro fútbol, ya que marcó siete goles, una cifra extraordinaria, que nadie había podido lograr hasta ese momento en la era profesional y que sigue firme, acrecentando su leyenda año a año.

Aquellos nacionales. Esa idea federalista que germinó en la mente de un dirigente de avanzada, como lo fue Valentín Suárez, cuando estuvo al frente de la AFA, a mediados de la década del ‘60, para abrir el fútbol argentino hacia ese interior que estaba postergado y casi no tenía representación. Como toda innovación, debió desandar un sendero con críticas y halagos, luces y sombras, pero con la firmeza de estar ante una idea clara.

Gracias a este certamen, comenzaron a aparecer equipos de los que no se tenían muchas referencias y varios de ellos se fueron destacando con el correr de los años, como Belgrano y Gimnasia de Mendoza (1971), Gimnasia de Jujuy (1975), Atlético Tucumán e Instituto (1979), Racing de Córdoba (1980). Pero el símbolo, sin dudas, fue Talleres, con extraordinarios rendimientos en varias ediciones, que no pudo coronar, al perder de manera increíble la final de 1977.

El reverso de esa moneda era aquellos que conseguían la clasificación pero que, en muchas ocasiones, carecían de una estructura acorde para afrontar un torneo extenso. A eso se le sumaba que gran parte de su plantel estaba conformado por jugadores amateurs, que tenían sus empleos durante la semana, donde debían alternar esa actividad con los entrenamientos y estar listos para la competencia del domingo.

En ese grupo estaba Puerto Comercial de la ciudad de Ingeniero White, en Bahía Blanca, que había conseguido su primera clasificación para un Nacional en 1974, tras ser el vencedor de la Región Bonaerense. El bolillero lo depositó en la zona A, con cinco equipos provenientes del Metropolitano: Boca Juniors, Rosario Central, Estudiantes, Banfield y All Boys, y otros tres que llegaban desde sus respectivas regiones: Desamparados de San Juan, Central Norte de Salta y Belgrano de Córdoba.

Al momento de enfrentarse con Banfield, el cuadro bahiense acumulaba 10 derrotas consecutivas (solo había ganado la primera fecha) y en varias de ellas, sufriendo amplios scores en su contra: 2-7 vs Desamparados, 0-4 vs Central Norte, 0-9 vs Boca Juniors. Se iban a encontrar dos equipos con una clara disparidad, pero nadie podía suponer la tarde histórica que se estaba por venir.

Cuando solo habían transcurrido 15 minutos, el Taladro ya ganaba por 4-0, con dos de Taverna, uno de Lanza y el otro de Roselli. El primer tiempo finalizó 7-0 porque Juanchi marcó tres más, que lo iban acercando a la hazaña. Las crónicas de época dan cuenta, no solo de la superioridad, sino de las enormes facilidades que contaban los locales en cada avance que intentaban, al punto que en el quinto tanto, Taverna eludió a dos rivales, luego al arquero, e ingresó junto con el balón dentro del arco…

Muchos a esta altura se estarán preguntando por el arquero que padecía una tarde en el infierno. Fue Juan Alberto Tolú, quien años más tarde rememoró sus sensaciones: “Recuerdo que a poco de comenzar el partido, ya perdíamos 4-0 y la mayoría de los goles fueron consecuencias de equivocaciones nuestras, con pelotazo puestos a espaldas de los defensores, que no sabían si salir o quedarse. El primer tiempo se cerró con un 7-0 y, como era lógico, en el vestuario estábamos con las cabezas gachas, muy golpeados y casi sin hablarnos. La impotencia era total, pero lo peor es que todavía faltaban 45 minutos”.

El árbitro Roberto Goicochea dio la orden de arrancar el complemento de un cotejo que había tenido su inicio sin mayor trascendencia, pero que la fue adquiriendo conforme transcurrían los minutos, porque desde las otras canchas, en tiempos que toda la jornada se desarrollaba a la misma hora, querían saber si se batían los récords. Para Tolú, las cifras pudieron ser aún peores: “Nada cambió en la segunda parte, porque ellos siguieron dominando y desbordándonos por todos lados. Es más, Taverna hizo siete, pero pudo convertir quince, por las enormes facilidades que le dimos. Cuando terminó el partido, ningún jugador de Banfield nos cargó. En el micro de regreso, nadie dijo una palabra”.

Taverna, fallecido en 2014 con solo 66 años de edad, siempre recordó gratamente esa tarde, aunque se encargaba de señalar cosas de sus adversarios: “En aquella época las diferencias entre los equipos profesionales con aquellos conformados con colegas que no lo eran, tenían un margen muy amplio. En la cancha, hicimos lo que correspondía, que era tratar de convertir la mayor cantidad de goles, pero yo no dejaba de pensar en lo que estarían padeciendo los muchachos de Comercial”.

En el complemento, el resultado fue creciendo, hasta llegar al 11 a 1, pero sin que Juanchi se hiciera presente de nuevo en la red, pese a todos los intentos de sus compañeros, anoticiados que estaba a las puertas de un récord. Cuando los relojes señalaban 87 minutos, llegó su sexta conquista, con un tiro rasante, desde cerca. Ya estaba en la misma línea de otros delanteros en la historia del fútbol argentino, como Arsenio Erico, Jaime Sarlanga y Rafael Moreno, pero faltaba apenas uno para la consagración. Cuando el tiempo estaba cumplido y se jugaba el descuento, Goicochea señaló un penal para Banfield, que era la última chance de llegar a la marca anhelada.

Según relataba el propio Taverna, escuchó cuando el árbitro se acercó al arquero y le dijo: “Este muchacho que va a patear necesita hacer uno más para batir el récord y su usted lo ataja, lo voy a hacer patear de nuevo. Por favor, hágame la gauchada”. El centrodelantero tomó una corta carrera y, quizás por los nervios, no le entró de lleno al balón, que, sin embargo, ingresó por decimotercera vez en la valla de Comercial. Goicochea pitó el final y fue el momento de los festejos.

Taverna había surgido de las inferiores de Estudiantes de La Plata, llegando a primera a fines de los ‘60, como parte del recambio del extraordinario equipo que dirigía Osvaldo Zubeldía y que fue campeón de todo. Tuvo un primer paso por Banfield en el ‘72, luego fue al exterior y, a su regreso, tuvo su tarde de gloria. Pocos meses más tarde, también quedó en la historia del futbol argentino, al ser el primer jugador en dar positivo en un control antidóping, en marzo del ‘75. La suspensión original fue de un año, pero luego la AFA se la redujo a la mitad, al reconocer que se había producido un error de procedimiento.

En la temporada siguiente, se incorporó al nuevo Boca, donde recién había asumido Juan Carlos Lorenzo, marcando 10 goles en 23 partidos. Fue titular en los primeros tiempos del ciclo y luego quedó postergado por el Toti Veglio. Ganó los dos títulos de ese año, pero ante la falta de continuidad, se marchó a Gimnasia y Esgrima La Plata, donde iba a concluir su carrera en 1978. Una vez retirado, se alejó del fútbol, para instalarse en 25 de mayo, su ciudad natal, donde se dedicó de manera próspera a la comercialización de cereales.

Fue un fin de semana muy deportivo para los argentinos, como solía ocurrir en la década del ‘70, con grandes exponentes en las más trascedentes disciplinas. El sábado 5 por la tarde, ante un Luna Park colmado, Carlos Monzón realizó la décima defensa de su título mediano, ante el australiano Tony Mundine. El domingo 6, casi al mismo tiempo que se desarrollaba la fecha de fútbol, Carlos Alberto Reutemann ganó la última competencia del año de Fórmula 1 en el circuito de Watkins Glen, en los Estados Unidos, donde el brasileño Emerson Fittipaldi se consagró campeón mundial.

Pasaron 50 años de aquel partido emblemático, del que no quedó ningún registro fílmico, por una simple razón: se disputaban 18 encuentros en cada fecha, solo uno se televisaba en directo y a lo sumo se filmaban dos o tres más, con cámaras de noticiero. Nos vamos a quedar con las ganas de poder observar los récords. El de Banfield, de ser el único equipo que convirtió 13 en un cotejo, la distancia de 12 tantos entre un cuadro y otro, y la marca de Juanchi Taverna, que llegó a lo más alto y que, con reminiscencias bíblicas, al séptimo descansó.

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