sáb. 20 de septiembre de 2025
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La carta que escribió la hermana al nieto bahiense recuperado antes de conocerlo y el blog con el que lo salvó del olvido

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Adriana Metz buscó a su hermano durante décadas. Lo hizo con la memoria de sus padres desaparecidos, desde un blog llamado Poncho de lana. Es el nieto 140, nacido en el centro clandestino La Escuelita, durante la última dictadura en la Argentina.

Abuelas de Plaza de Mayo anunció este lunes la restitución de la identidad del nieto 140, hijo de Graciela Romero y Raúl Metz, militantes desaparecidos durante la última dictadura cívico militar. El joven nació el 17 de abril de 1977 en el centro clandestino de detención “La Escuelita” de Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires, mientras su madre se encontraba detenida. Su hermana, Adriana Metz, lo buscó desde siempre.

Adriana fue criada por sus abuelos en Bahía Blanca, luego de que un vecino la rescatara cuando los militares secuestraron a sus padres. Esa historia marcó su vida. En 2009, con una mezcla de esperanza y dolor, creó un blog llamado Poncho de Lana, era, en sus palabras, como tirar una botella al mar. Allí le escribía cartas a su hermano. Una de las entradas más conmovedoras fue publicada en 2016, con motivo de su cumpleaños número 39:

“Capaz que no sabés tampoco que el 17 de abril es tu cumpleaños, que Graciela y Raúl fueron nuestros padres (…). Que te busco porque se apropiaron de vos cuando naciste. Que mamá, papá y los abuelos ya no están, pero que entre todos podemos contarte un poquito de ellos. Todo tiene que esperar hasta encontrarnos. Vos con tu verdadera identidad, yo con mi hermano”.

Identidad y verdad
La historia de los Metz Romero está anclada en el corazón de la provincia. Bahía Blanca, Cutral-Có, La Plata, Saladillo, Puerto Madryn: una geografía emocional trazada por el exilio, la búsqueda y la esperanza. Graciela fue una joven comprometida, estudiosa, cálida. Raúl, militante del Partido Comunista junto a su hermano gemelo, trabajador ferroviario desde los 13 años. Ambos militaban en el PRT-ERP y fueron secuestrados el 16 de diciembre de 1976.

Durante años, sus familiares presentaron hábeas corpus, pidieron información y nunca dejaron de buscar. Cuando los abuelos fallecieron, Adriana continuó sola. Sola, pero no tanto: con las Abuelas, con los organismos, con una red que nunca dejó de tejerse.

La noticia de la restitución del Nieto 140 se conoció oficialmente este lunes, pero Adriana ya lo sabía desde el sábado anterior. En diálogo con LA CIELO relató: “Me enteré que habíamos encontrado a mi hermano el sábado alrededor de las 15 horas. Desde ese momento hasta la conferencia de prensa del lunes pasó una eternidad”.

La búsqueda fue constante y consciente. Adriana no esperó a que alguien golpeara su puerta:

“Decidí que no podía quedarme en casa esperando. Empecé una búsqueda activa y me acerqué nuevamente a Abuelas. Mi obligación, además de encontrar a mi hermano, es encontrar a los nietos de esas abuelas que murieron sin poder abrazarlos”.

El encuentro con su hermano se dio en medio de una mezcla de ansiedad, emoción y memoria:

“Lo primero que le dije fue que siempre lo busqué, que lo busqué desde siempre. Porque mamá quedó embarazada de él y a mí me dejaron de dar la teta por eso. Fue un reclamo de hermana mayor”.

Y continuó: “Cuando él me dijo que no tenía familia, le levanté la mano y le dije: ‘¿cómo que no tenés familia? ¡Acá estoy!’ Y él me respondió: ‘sí, ya sé, boluda’”.

Su hermano accedió a realizarse la prueba de ADN luego de que Abuelas recibiera información anónima, y el resultado fue contundente: su perfil coincidía con el de la familia Metz Romero. Con ese dato, la historia dejó de ser búsqueda para transformarse en encuentro.

Una historia de memoria colectiva que empezó con la valentía de un vecino
Graciela Romero y Raúl Metz fueron secuestrados en Cutral Co, provincia de Neuquén, en diciembre de 1976. Graciela estaba embarazada de cinco meses. Ambos fueron trasladados a los centros clandestinos “La Escuelita” de Neuquén y luego de Bahía Blanca, donde Graciela dio a luz a su hijo en abril de 1977. Raúl continúa desaparecido; Graciela también.

El testimonio de Adriana revela una escena crucial:

“Cuando se lo llevaron a mis viejos, mi mamá me tenía en brazos. Un milico me agarró y me entregó a un vecino diciéndole que se callara la boca y me criara como propia. Ese vecino, pese al miedo, entendió que yo iba a estar mejor con mi familia y logró que mis abuelos me encontraran. Por eso crecí en Bahía Blanca sabiendo quién era”.

La historia de Adriana es también la de las Abuelas que buscaron en medio del terror, y la de las herramientas del Estado —la CoNaDI y el Banco Nacional de Datos Genéticos— que permiten que esa verdad arrasadora florezca todavía hoy.

“Las Abuelas empezaron a buscar en plena dictadura. Ellas tuvieron la capacidad de ver más allá de sí mismas y de enseñarnos a continuar la búsqueda. Si sobrevivimos a la dictadura, vamos a sobrevivir también a esta democracia tan complicada”, sostuvo Adriana en diálogo con La Cielo.

Y con una mezcla de ternura y sentido del humor, graficó su estado actual: “Ayer sentí que caminaba entre las nubes. Me siento como una libélula con cuerpo de abejorro”.

La identidad como derecho y como horizonte
Adriana se convirtió en referente de la filial de Abuelas en Mar del Plata en 2012, y desde entonces sostiene la lucha por cada nieto y nieta. Hoy, dice, siente que cumplió una parte de su misión:

“Yo ya encontré. Ahora él tiene que acomodarse para ir incorporando información. Él me dijo: ‘Tenía todos los patitos en fila y me los sacudieron. Ahora tengo que volver a acomodarme’”.

El caso del nieto 140 recuerda que aún hay más de 300 personas apropiadas que siguen viviendo con una identidad falsa. Por eso Adriana cierra con un mensaje claro:

“A quienes nacieron entre 1975 y 1983, si tienen dudas sobre su identidad, que se acerquen a Abuelas. Y a quienes tengan información, aunque no sepan si sirve, que la aporten igual. Es clave para que estos encuentros sucedan”. (Infocielo)