dom. 30 de marzo de 2025
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Un reporte internacional afirma que el cambio climático potenció efecto de las inundaciones en Bahía

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La conclusión principal de la organización meteorológica internacional World Weather Attributiones es que, si bien no es posible hacer una declaración contundente sobre el papel que este fenómeno global tuvo sobre ese desastre, las condiciones que lo propiciaron sí son atribuibles al calentamiento global impulsado por las actividades humanas

La organización meteorológica internacional World Weather Attribution publicó su primer reporte sobre inundaciones en Bahía Blanca del 7 de marzo y su vínculo con el cambio climático.
La conclusión principal es que, si bien no es posible hacer una declaración contundente sobre el papel que este fenómeno global tuvo sobre ese desastre, las condiciones que lo propiciaron sí son atribuibles al calentamiento global impulsado por las actividades humanas. Lo que aquí hay que entender es que hay aspectos que son propios de esta época del año, que se combinaron con anomalías. En especial hablando de la humedad y del calor.

Fueron 290 milímetros de lluvia los que cayeron sobre la ciudad bonaerense y sus alrededores en doce horas. “No tienen precedente en el registro del Servicio Meteorológico Nacional”, afirmó Juan Rivera, investigador del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, que participó en esta publicación internacional.

Según el reporte, esto se debió a los siguientes factores. Primero, apareció una masa de aire caliente y húmedo que venía del norte, del Amazonas. Si lo viéramos con lentes infrarrojos, desde el cielo se verían como unas nubes muy cargadas y rojas, por el calor. Estaban repartidas, en diagonal, entre San Luis, Córdoba y el sur de provincia de Buenos Aires, que son sitios que, a la vez, estaban particularmente calientes para esa época. Según un reporte de la organización Climate Central, todo el país estuvo particularmente cálido este verano, por lo que estas nubes de las que hablamos tenían una temperatura y humedad inéditas.

Mediante un análisis basado en patrones y tendencias climáticas de regiones particulares, los investigadores determinaron que olas de calor tan extremas como las vividas en el sur de Sudamérica desde diciembre pueden darse, en las condiciones actuales, una vez cada 50 a 100 años. No obstante, sin el incremento en la temperatura global de 1,3°C comparado con la época preindustrial debido a las emisiones de gases de efecto invernadero, este fenómeno habría sido “prácticamente imposible”. Si el calentamiento llegara a los 2,6°C, eventos como este se volverán “frecuentes”.

Lo que sucedió después era una probabilidad alta en toda esa zona y sucedió sobre Bahía Blanca. Esta masa caliente y húmeda se encontró con un frente frío que venía de la Patagonia y culminó en una tormenta brutal. A esto se sumó un factor en el suelo: la tierra en esa zona ya estaba saturada de agua por otra lluvia intensa que había caído la semana anterior, por lo que la capacidad de infiltración se redujo al mínimo.

Según recuentan los investigadores de World Weather Attribution, hubo alrededor de 300.000 personas afectadas, 16 muertes, dos desapariciones y 1400 desplazados. La inundación también redujo el transporte de gas natural y dio un fuerte golpe al puerto de la ciudad. Según el reporte, hasta hace unas semanas, había un 50% de las plantas petroquímicas sin operar. Ellos calculan 400 millones de dólares en daños.

Pero el reporte no solo habla de los factores climáticos, sino de la preparación de la ciudad ante estos fenómenos. “Los sistemas de desagüe son inadecuados y generan una ineficiencia que posibilita la inundación. La parte alta de la ciudad tiene mucho concreto y hay pocos árboles, lo que reduce la infiltración. Y la ubicación baja de la ciudad hace que Bahía Blanca tenga una gran probabilidad de inundación”, describió Karina Izquierdo, asesora urbana para América Latina y el Caribe en el Centro del Clima de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. Y resalta que, además de la infraestructura, ven necesario reforzar los sistemas de alerta temprana.

Estas alertas no significan solo los mapas en verde, amarillo y rojo que el SMN publica, sino que es todo más complejo. Hay un proceso de análisis y comunicación al que se agrega la capacidad de los gobiernos, los sistemas de salud, las escuelas y la sociedad general en actuar frente a estas publicaciones. En este sentido, Izquierdo sugirió: “Por un lado, está el monitoreo en tiempo real en el que faltan variables por integrar, pero en general funcionan estos sistemas. Ya hay 11 estaciones de monitoreo en el caso de Bahía Blanca. Sí, hay que coordinarlo con los actores estratégicos”. Con esto, la experta consideró necesarias medidas que se implementen durante todo el año como programas educativos en escuelas.

Rivera añadió que hay que pensar en el financiamiento para todo esto. “Ahora se están viendo muchos recortes en el presupuesto. Es difícil que eso se tome en cuenta para los gobiernos. Requeriría una inversión que no necesariamente está en los ojos del gobierno”, opinó. (La Nación)