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“El golpe de Estado del 4 de Junio de 1943” por Carlos Baeza

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“Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. (Jn 8, 7)

Al igual que aconteciera en la mayoría de los países latinoamericanos, Argentina no fue ajena a los innumerables episodios que suspendieron la vigencia de la Constitución Nacional y entronizaron en el poder a gobiernos usurpadores legitimados por la mayoría de la opinión pública durante el lapso que abarcaran tales interrupciones no democráticas. Y decimos gobierno usurpador, que en la clasificación de Constantineau, es quien “se arroga el derecho a gobernar por la fuerza en contra y con violación de la constitución del país”, tal como aconteciera en nuestro caso, con los gobiernos cuyo acceso al poder tuvo lugar como consecuencia de movimientos militares; en tanto que el término gobierno de facto define al que aunque no es legalmente tal, está sin embargo en posesión y ejercicio de un cargo, como por ejemplo, cuando habiendo accedido al poder so color de una elección, el funcionario no ha podido cumplir alguna condición o requisito preliminar tal como pronunciar un juramento, dar una fianza o algo semejante. Ello fue lo ocurrido en los casos de José María Guido y Eduardo Duhalde e igualmente incluimos como gobierno de facto a la designación de Bartolomé Mitre como “Encargado del PE” entre el 12 de abril y el 12 de octubre de 1862.

La Argentina de la anomia tiene en su haber no republicano la existencia de seis golpes de Estado que entronizaron otros tantos gobiernos usurpadores a saber: 1930; 1943; 1955; 1962; 1966 y 1976, pero solo el último es el que se viene conmemorando, por lo cual la mala memoria puede ser corregida con el simple expediente de recurrir a la historia reciente y sin que sea menester formular juicio de valor alguno, dado que las propias expresiones de los protagonistas de esos acontecimientos hablan por sí solas.

1° En estos días se recordó el comienzo del primer gobierno de Juan Domingo Perón que se iniciara el 4 de junio de 1946. Pero es imposible traer a la palestra ese aniversario sin bucear en lo acaecido 3 años antes y que permitiera al nombrado llegar al poder mediante un golpe de Estado. En efecto: el 4 de junio de 1943 tuvo lugar el segundo golpe que derrocara al presidente Castillo el que fuera organizado por el GOU (Grupo de Oficiales Unidos) que se constituyera formalmente el 10 de marzo de 1943, en una reunión secreta llevada a cabo en el Hotel Conte, sobre la Plaza de Mayo y a escasos metros de la Casa Rosada. El núcleo original que trabajara para organizar esa logia estaba integrado por ocho oficiales, uno de ellos, el entonces Coronel Juan Domingo Perón, a cargo de la Inspección de Tropas de Montaña. El mismo Perón junto al coronel Montes fueron los autores del manifiesto aprobado por los catorce oficiales que encabezaran el movimiento y redactado en un departamento de Buenos Aires, horas antes del golpe (1). Dentro de ese gobierno usurpador, Perón fue designado Jefe de la Secretaría del Ministerio de Guerra y reivindicando para el GOU el protagonismo del movimiento, escribió: “A pesar de los hechos, que se precipitaron y encontraron al GOU en plena labor de enrolamiento, la mayor parte de los jefes y oficiales ya pertenecían a él, lo que le permitió la realización del movimiento revolucionario, como única solución patriótica ante la grave situación creada al país” (2). Luego, Perón obtendría otros importantes cargos dentro de ese gobierno, como fueron la titularidad de la Secretaría de Trabajo y Previsión, y luego como Ministro de Guerra y Vicepresidente. Así fue como este militar golpista, luego de 3 años de ejercer varias e importantes funciones en el gobierno usurpador surgido del golpe del 4 de junio de 1943, accedería 3 años después a la presidencia de la Nación mediante el voto popular.

2° Pero no se piense que el golpe de 1943 fue el único que tuvo como uno de sus protagonistas a Perón, sino que trece años antes había comenzado el pre calentamiento de su travesía golpista. En efecto: el 6 de septiembre de 1930, un movimiento encabezado por el teniente general José Félix Uriburu, destituyó al presidente Hipólito Yrigoyen que venía cumpliendo su segundo mandato constitucional desde el 12 de octubre de 1928. Ese golpe contó entre las filas de quienes derrocaran al presidente Yrigoyen, al entonces capitán Juan Domingo Perón, integrante del Comando de Operaciones encabezado por Uriburu, y oficial de enlace entre la columna revolucionaria y la Escuela Superior de Guerra, quien en un memorando informaba que el jefe de la conspiración no deseaba actuar antes de contar con el 80% de los oficiales, siendo que la mayoría de ellos no habían “intervenido porque no se los había hablado”. De allí que el mismo Perón afirmara que “solo un milagro pudo salvar a la revolución”, agregando que ese milagro “lo realizó el pueblo de Buenos Aires, que en forma de una avalancha humana se desbordó en las calles al grito de ‘¡viva la revolución!’”(3). Esta activa participación en el golpe de 1930 hizo que Perón, desilusionado por los enfrentamientos dentro del propio movimiento “y convencido de que la misión táctica que se le había asignado fracasaría, se retiró del grupo el 3 de septiembre. Al día siguiente se reunió con los oficiales del grupo de Justo en un esfuerzo de último momento para imponer sus ideas a Uriburu, y conquistar más amplio apoyo para el movimiento revolucionario” (4). El propio Perón, muchos años después (9 de abril de 1953) se arrepentiría de esa participación y diría: “Yo recuerdo que el presidente Yrigoyen fue el primer presidente argentino que defendió al pueblo, el primero que enfrentó a las fuerzas extranjeras y nacionales de la oligarquía para defender a su pueblo. Yo, en esa época, era un joven y estaba en contra de Irigoyen, porque hasta mí habían llegado los rumores, porque no había nadie que los desmintiera y dijera la verdad” (5).

3° Lo contradictorio en el accionar de Perón se hizo evidente cuando en 1947 el Congreso, a su pedido, realizó un juicio político a los miembros de la Corte Suprema de Justicia imputándoles haber legitimado los golpes de 1930 y 1943 así como las normas emanadas de dichos gobiernos. Es decir: que tal argumentación no podía ser esgrimida válidamente por quienes precisamente habían resultado beneficiados por una de esas revoluciones: de tal forma los legisladores peronistas, quienes habían logrado sus bancas gracias al triunfo de uno de los líderes del golpe de 1943,y cuya ejecución reivindicaban ardorosamente, enjuiciaban a los miembros de la Corte precisamente por legitimar ese golpe; es decir: por opinar igual. Y es que el propio Perón ya como presidente de la Nación, en el discurso inaugural de las sesiones de la Convención Constituyente de 1949, diría: “Las fuerzas armadas de la Nación, intérpretes del clamor del pueblo, sin regir la responsabilidad que asumían ante el pueblo mismo y ante la historia, el 4 de junio de 1943 derribaron cuanto significaba una renuncia a la verdadera libertad, a la auténtica fraternidad entre los argentinos” (6). Y aquí no puede obviarse una nota curiosa que revela la desprolijidad del juicio político en cuestión: por haber avalado esos gobiernos de facto, fueron motivo de uno de los cargos, los ministros de la Corte dres. Nazar Anchorena y Ramos Mejía, siendo que ninguno de ellos integraba el Tribunal en 1930, dado que recién ingresarían en 1934 y 1938, respectivamente.

4° Finalmente, el raid golpista de Perón concluyó con el golpe de 1966 encabezado por Juan Carlos Onganía quien derrocara al presidente constitucional Arturo Umberto Illia, en el cual, si bien no participó, brindó todo su apoyo junto al obsecuente aparato sindical que lo secundara. En tal sentido se recuerda que desde su exilio afirmó: “Para mí, éste es un movimiento simpático porque se acortó una situación que ya no podía continuar. Cada argentino sentía eso. Onganía puso término a una etapa de verdadera corrupción”; agregando: “Simpatizo con el movimiento militar porque el nuevo gobierno puso coto a una situación catastrófica. Como argentino hubiera apoyado a todo hombre que pusiera fin a la corrupción del Gobierno Illia” (7). Y que los gremios peronistas igualmente avalaran este golpe es visible en la prensa de la época en la que es dable advertir la presencia de los principales dirigentes sindicales en la asunción del nuevo gobierno, tales como Francisco Prado, secretario general de la CGT, Armando March y Roberto del Río, secretarios general y de prensa, respectivamente, de la Confederación General de Empleados de Comercio, así como de Augusto Vandor, José Alonso y Jerónimo Izzeta, entre otros (8). Las 62 Organizaciones “De pié junto a Perón” por su parte declaraban: “Cayó un régimen de comité, sin representación y se abre la perspectiva hacia un venturoso proceso argentinista” (9). La Unión del Personal Civil de la Nación, en un comunicado sostenía “que comparte el enunciado de la proclama de las Fuerzas Armadas” (10) ; y el Sindicato de Prensa de La Plata expresaba su “adhesión sin reservas a los puntos de mira de estatuto revolucionario” (11).

En la Argentina de la anomia y en materia de golpes de Estado, cada uno pone el mojón de la historia en donde más le conviene; pero lo que no se puede es querer ocultar la otra parte de tales movimientos en los que estuvieran involucrados esos mismos protagonistas que hoy solo los recuerdan parcialmente. Pretender silenciar estos hechos y la activa participación y defensa de los gobiernos usurpadores de 1930, 1943 y 1966 por parte del partido gobernante y de la dirigencia sindical, es como si las fuerzas conservadoras desconocieran su intervención en el golpe de 1930 o el radicalismo y el resto del arco opositor la que les cupo en el de 1955. Es la lógica maniqueista del pero-kirchnerismo: los golpes de Estado de 1930; 1943: 1962 y 1966 estaban justificados porque se trataba de gobiernos radicales corruptos; en cambio, los de 1955 y 1976 resultaron injustificados porque destituyeron a gobiernos peronistas que eran democráticos. Por ello es que este último es el que únicamente conmemoran.

Citas bibliográficas:

1- Potash Robert A.: El ejército y la política en la Argentina. 1928-1945. De Irigoyen a Perón; Sudamericana; Bs.As.; 1980; p. 267.

2- Potash: ob. cit.; pg. 304.

3- Sarobe José María: Memorias sobre la revolución del 6 de septiembre de 1930 con cita de Juan Domingo Perón: Lo que yo vi de la preparación y realización de la revolución del 6 de septiembre de 1930. Contribución personal a la historia de la revolución; Gure; Bs.As.; 1957; p. 93; también en Rouquié Alain: Poder militar y sociedad política en la Argentina; Emece; Bs.As.; 1981.

4- Potash Robert A.: ob. cit; p. 75.

5- Luna Félix: Yrigoyen; Editorial de Belgrano; Bs. As.; 1981.; p. 382.

6- Diario de sesiones de la Convención Nacional Constituyente; Imprenta del Congreso de la Nación; Bs.As.; sesión del 27 de enero de 1949; p. 26.

7- Crónica, 29/6/1966.

8- La Razón, 30/6/1966.

9- El Día 1/7/1966.

10- El Día, 29/6/1966.

11- El Día, 1/7/1966.