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Lectura de Domingo: “La apertura de las sesiones ordinarias del Congreso” por Carlos Baeza

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El pasado 1° de marzo tuvo lugar el acto constitucional de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso y los medios pudieron transmitir la bochornosa reunión que, de tono protocolar trocó en una absurda foto de la llamada “grieta” motorizada por la oposición.

 

1° La apertura anual de sesiones del Congreso no es un acto político ideado por Macri sino un claro mandato constitucional. En efecto: el art. 55 del texto sancionado en 1853 disponía que “Ambas Cámaras se reunirán en sesiones ordinarias todos los años desde el 1 de mayo hasta el 30 de septiembre”. No obstante, como señala Linares Quintana, entre 1854 y 1946, solamente se dio cumplimiento al inicio en la fecha estipulada en cuatro ocasiones, a saber: 1865 (Mitre); 1899 y 1900 (Roca) y 1905 (Quintana)

2° Por su parte, el art. 86 inc. 11 fijaba que el presidente “Hace anualmente la apertura de las sesiones del Congreso, reunidas al efecto ambas Cámaras en la Sala del Senado, dando cuenta en esta ocasión al Congreso del estado de la Nación, de las reformas prometidas por la Constitución, y recomendando a su consideración las medidas que juzgue necesarias y convenientes”. Teniendo en cuenta este último artículo, algún sector de la doctrina sostenía que correspondiendo al presidente hacer la apertura anual del periodo ordinario, si dicho funcionario no concurría, el ciclo no podía comenzar. Sin embargo, esta hipótesis no puede acogerse ya que el propio texto de 1853 disponía la reunión de las cámaras a partir del 1° de mayo, y por ello, el comienzo de ese periodo legislativo debía producirse en esa fecha y no podía quedar supeditado a la concurrencia del titular del Ejecutivo al recinto, pues lo contrario importaría dejar en manos de éste el funcionamiento del Congreso. Ello sin perjuicio de la eventual responsabilidad del presidente cuyo incumplimiento pudiera ser calificado como mal desempeño y por ende ser pasible de juicio político (art. 55) En realidad y como analiza Molinelli entre 1863 y 1988 se produjo la ausencia del presidente en contadas ocasiones: en cinco de ellas (1866, 1914, 1918, 1941 y 1942) el vicepresidente ocupó ese lugar; en tanto que en otras seis, todas durante las dos presidencias de Yrigoyen (1917, 1919, 1920, 1921, 1922 y 1929) el titular del Ejecutivo no concurrió ni envió representante, limitándose a mandar un mensaje para que fuera leído en el recinto

3° El original y corto periodo de sesiones fijado en 1853 obedecía a las grandes distancias que debían recorrer diputados y senadores para arribar a Buenos Aires, donde debían permanecer cinco meses y sin posibilidades de retornar habida cuenta de los precarios medios de transporte entonces existentes. Sin embargo, pronto se advirtió que con el crecimiento del Estado era menester ampliar ese periodo a fin de poder legislar en forma acorde a dicho aumento, no obstante lo cual para que ello fuera viable debía reformarse el texto constitucional, lo que no ocurriera en las sucesivas enmiendas de 1860, 1866, 1898, 1949 y 1957, recurriéndose a las sesiones de prórroga en las cuales era el presidente quien formalmente las convocaba conforme a la facultad conferida en el citado art. 55 pero en base a un temario elaborado por los propios legisladores. Ello sólo fue alterado por la enmienda de 1972, que lo extendió entre el 1° de abril y el 30 de noviembre de cada año.

4° En base a estos antecedentes, recién la reforma de 1994 modificó la cláusula al disponer que “Ambas Cámaras se reunirán por sí mismas en sesiones ordinarias todos los años desde el primero de marzo hasta el treinta de noviembre” (art. 63), mientras que el art. 99 inc. 8 eliminó la referencia a que dicho acto tuviera lugar en el Senado, siendo que ya desde mucho antes y dada la cantidad de legisladores que componen el Congreso, era imposible que en el recinto del Senado (72 miembros) pudieran igualmente tener ubicación 257 diputados. Y precisamente esta misma reforma despejó la cuestión en torno a la concurrencia o no del presidente, al fijar que las cámaras “se reunirán por sí mismas”, con prescindencia que el titular del Ejecutivo asista o no a dicho acto.

5° Como se advierte, la pasada sesión del 1° de marzo solo tenía por objeto la lectura de un mensaje por parte del presidente tras lo cual se declararía formalmente inaugurado el periodo de sesiones del Congreso para el corriente año, tal como lo exige la Constitución Nacional. Sin embargo y desde el inicio de la sesión, fue posible constatar que la oposición aprovechaba un acto protocolar e institucional para hacer campaña con miras a las próximas elecciones generales. Lo lamentable es el deterioro de una de las instituciones centrales del sistema republicano como lo es el Congreso Nacional, pero más deplorable aún es que ello obedezca a la acción deliberada de los propios integrantes del cuerpo que parecieran pensar que ello no acarrea consecuencias frente a la opinión pública que observó absorta como se denigraba el papel del Poder Legislativo que pocos años atrás era una simple “escribanía” del Ejecutivo, sancionando leyes tal como eran enviadas desde la Casa Rosada, sin posibilidad de debate o consenso. Es en ese mismo Congreso que durante 2018 de las 36 semanas que cubre el periodo ordinario, los diputados solo sesionaron en 11 ocasiones en tanto los senadores lo hicieron en 12 oportunidades, produciendo apenas 36 leyes. Es el mismo Congreso que mantiene en sus filas a senadores cuyo desafuero solicitara la justicia por imputárseles la comisión de presuntos delitos (CFK) o por estar ya condenados por sentencia firme (Carlos Menem). Y es ese mismo Congreso que supimos conseguir el que se niega a convertir en ley el proyecto sobre la extinción de dominio de los bienes mal habidos por funcionarios acusados de actos de corrupción. Y son los integrantes de ese mismo Congreso quienes ahora pretenden dar cátedra para salir de la situación socioeconómica que padece Argentina y reclaman la urgente remoción del actual presidente, siendo que la mayoría de ellos fueron quienes generaron dicha situación, integrando durante 12 años uno de los gobiernos con más funcionarios procesados y detenidos por causas de corrupción.

Y así pudimos ver a un desaforado diputado Rossi quien se “anotó” para ser candidato a presidente del país, gritando y gesticulado cual barrabrava en el tablón; a gran cantidad de legisladores sonriendo socarronamente mientras el presidente desarrollaba su alocución o gritando e interrumpiendo con abucheos la misma, al igual que lo hicieran grupos instalados en los palcos. También una legisladora concurrió a la sesión con una planta de marihuana, en tanto otra que ni siquiera era legisladora y por ende no podía estar en el recinto, logró sortear tres niveles de custodia y colocándose entre los diputados Solá y Arroyo, interrumpió el discurso y no acató la orden de la presidente del Senado de abandonar la sala, ante la mirada complaciente de los dos citados legisladores. Nadie pretende cercenar al derecho al disenso ni instaurar el pensamiento único. Cada habitante puede o no aceptar las decisiones de un gobierno elegido popularmente y formular los planteos y reclamos que estime conveniente, pero ello siempre dentro del respeto a las instituciones y en las ocasiones pertinentes; pero lo que no es admisible es que dichos planteos de neto corte partidista y electoral, tengan por escenario el acto de apertura de sesiones del Congreso y como protagonistas a los propios integrantes del cuerpo pertenecientes a la oposición.

6° Años de populismo berreta han pulverizado las instituciones básicas del sistema republicano y la anomia ha sido una de las características básicas de tal decadencia, no por falta de normas -que las hay y sobreabundan en muchos casos- sino por la sistemática violación de las mismas, comenzando por la Constitución Nacional, a la que han convertido en palabras de Lassalle en “la hoja de papel”.Analizando las razones que originan las desigualdades entre las naciones, Acemoglu y Robinson en “Por qué fracasan los países” descartan tres hipótesis habituales. La primera de origen geográfico sostiene que la gran brecha entre países ricos y pobres obedece a las diferencias geográficas. La segunda teoría relaciona la prosperidad de los pueblos según su nivel cultural en tanto que la última es la hipótesis de la ignorancia según la cual la desigualdad mundial existe porque nosotros o nuestros gobernantes no sabemos cómo hacer para que un país pobre sea rico. Afirman, por tanto, que el fracaso de los países obedece a la falta de respeto a sus instituciones y al analizar en particular el caso argentino que arranca desde antes de 1914 y atravesando el “corralito” llega hasta el gobierno kirchnerista, concluyen en que para los economistas, “Argentina es un país desconcertante.

Para ilustrar lo difícil que era comprender a Argentina, el economista Simón Kuznets, ganador del Premio Nobel, dijo su famosa frase de que existen cuatro tipo de países: desarrollados, subdesarrollados, Japón y Argentina. Kuznets lo pensaba porque, en la época de la primera guerra mundial, Argentina era uno de los países más ricos del mundo. Después, empezó un declive constante en relación con otros países ricos en Europa occidental y Norteamérica y, en los setenta y los ochenta, se hundió completamente”

En este orden de ideas, el ex presidente español Felipe González recordaba a un profesor quien sostenía que “el ser humano no tiene vocación de héroe. Si las instituciones le facilitan la vida con un comportamiento que evada la legalidad, pues como no son héroes, se adaptarán a esa ilegalidad. Ahora, si las instituciones cobran caro la ilegalidad, como no son héroes, el incumplimiento de las leyes será excepcional. Esa es la importancia de las instituciones”.

En la Argentina de la anomia, los “héroes” locales violan las instituciones en forma sistemática sin que dichas ilegales conductas tengan sanción. Quizá el castigo se materialice en las próximas elecciones, en aras de preservar la forma republicana.

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