dom. 24 de agosto de 2025
Bahía Blanca:
El tiempo - Tutiempo.net

Lectura de Domingo: “Otros que vuelven a casa” por Carlos Baeza

Facebook
X
LinkedIn
WhatsApp
Email

Como consecuencia de los resultados electorales del pasado 27 de octubre, el presidente Mauricio Macri y quien será su sucesor a partir del 10 de diciembre próximo, Alberto Fernández, dieron inicio al proceso de transición de un gobierno a otro a cuyo fin ambos designaron los integrantes que en la práctica deberán llevar a cabo dicha tarea.

 

Y así, en el equipo de Fernández llamaron la atención los nombres de dos de los cuatro componentes de ese equipo quienes tuvieran serios enfrentamientos con el kirchnerismo.

La primera es Vilma Ibarra quien se desempeñara como diputada y senadora nacional entre 2001 y 2011 y fuera pareja de Alberto Fernández, siendo autora del libro “Cristina versus Cristina” en el que cuestiona en forma contundente a la ex presidente Cristina Fernández de Kirchner, al sostener que “La supervivencia del relato es un objetivo central para Cristina. Ella cree que de ello depende el lugar que ocupará en la historia y también la posibilidad de conservar importantes cuotas de poder para condicionar a futuros gobiernos”.

Agrega que “Cristina no fue perseguida durante la dictadura, ni dedicó esos años a participar activamente en la lucha por los derechos humanos y la búsqueda de los desaparecidos, ni fue parte de las batallas parlamentarias para anular las leyes de Obediencia Debida y Punto Final durante la década del 90.

El intento de Cristina de modificar desde el hoy aquél pasado, arrogándose méritos en batallas en las cuales no participó, genera inquietud ética e histórica”. Ahora, cuesta entender que quien tuviera tal postura vuelva a trabajar para el mismo espacio, aunque no logra empalidecer el desempeño de los dos políticos más críticos de CFK cuales fueran el mismo Alberto Fernández y Sergio Masa, hoy afectados por un preocupante estado de amnesia del cual, sin duda, deberán recuperarse en el ejercicio del poder.

Pero la vuelta al redil de otro expulsado del espacio kirchnerista como lo fuera Gustavo Beliz, llama mucho más la atención a tenor de sus antecedentes nada éticos y quizá lindantes con lo delictual durante el desempeño de la función pública. Cabe recordar que Beliz comenzó su recorrido en la política vernácula en calidad de Ministro del Interior de Carlos S. Menem entre 1992 y 1993, actuando a la par como ghost-writer del discurso del citado presidente.

El año 2000 lo encontró formando una alianza con Domingo Cavallo, en tanto en 2003 integró el Frente para la Victoria, siendo designado por Néstor Kirchner como Ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos, y teniendo a su cargo la embestida contra la Corte Suprema de Justicia que lograra algunas renuncias y el inconstitucional desplazamiento del Dr. Moliné O’Connor, así como igualmente la doctrina de no criminalizar los cortes de calles y la protesta social.

Sin embargo Beliz adquirió notoriedad la noche del 25 de julio de 2004 cuando se presentó en el programa que en Canal 9 dirigía Mariano Grondona, a pocas horas de haber sido echado del gobierno de Néstor Kirchner por un llamado telefónico del entonces Jefe de Gabinete Alberto Fernández, es decir, el mismo que hoy lo convoca para su equipo. En dicho programa Beliz habló sobre “la maldita SIDE” y exhibió la foto de su máximo referente el espía “Aldo Stiles”, cuyo nombre según reveló era Antonio Horacio Stiuso, también conocido como “Jaime”. El caso fue que Néstor Kirchner privilegió a Stiuso sobre Beliz y éste -a quien se le inició un proceso por revelar secretos de inteligencia- se radicó en el exterior donde consiguió trabajo.

Pero la faceta casi desconocida de Beliz -a quien sus detractores internos dentro del menemismo llamaban “zapatitos blancos”- fue su desacertada y reprochable actuación como Ministro en 2003 y que significó un palmario atropello del Poder Ejecutivo sobre el Judicial. El hecho se originó cuando el juez Raúl Irigoyen pusiera en libertad a una persona detenida por un delito excarcelable; y como aparentemente el mismo individuo aparecería como sospechoso en un homicidio, Beliz encomendó al ex fiscal Norberto Quantín, para que se comunicara con el juez a fin que, reviendo su decisión, ordenara la recaptura, a lo que el nombrado accediera.

El hecho fue de una gravedad institucional sin precedentes: un Ministro, que como tal es un mero colaborador del Ejecutivo, a quien este pone y remueve a voluntad, decide entrometerse en una causa judicial, cabe suponer que con su asentimiento; y pretende justificar ese proceder -violatorio del art. 109 de la Constitución Nacional- al decir que “respetando la tarea de los jueces y la investidura (¿)nosotros vamos a agotar de muy buena manera y con los requisitos legales todas las instancias para que la justicia actúe de un modo como corresponde”.

Sería interesante conocer cuáles habrán sido los requisitos legales que de allí en más se utilizaron para lograr ese objetivo. ¿Quizá la “democratización de la justicia”; el manejo discrecional del Consejo de la Magistratura o la persecución y remoción de magistrados y fiscales independientes?

Acto seguido Beliz transmite la orden a su subordinado quien luego de una larga trayectoria en la justicia no podía ignorar lo ilegal del procedimiento. Sin embargo, en lugar de rehusarse a cumplirla y, llegado el caso, renunciar y dar a conocer públicamente la presión que se pretendía ejercer, la acata mansamente. Cuesta imaginar la actitud que habría adoptado el doctor Quantín si siendo fiscal hubiera recibido una sugerencia de ese tenor. Finalmente, el juez admite que a través de la llamada de un funcionario político sea posible dejar sin efecto un fallo por él mismo dictado y fuera de los procedimientos previstos para tales casos y mansamente también acata la impropia presión.

Y ello es igualmente justificado por el ex compañero de Cavallo quien, como si fuera un hecho normal, dijo que “el juez tuvo una muy buena actitud; además lo conoce desde hace muchos años al doctor Quantín, que ha trabajado 40 años en la Justicia”. Quizá el doctor Beliz y seguramente el propio juez, olvidaran la enseñanza de Quevedo cuando sostenía que “Mal puede juzgar un juez que tiene a la vista del juicio la autoridad o voluntad de su príncipe como idea de lo que ha de dictar”.

Y para rematar tan feliz injerencia el mismo Beliz dejó entrever que esa sería la política de su cartera en adelante, cuando afirmó que “Si ello lleva a que muchos magistrados reflexionen sobre fallos que han dado y vuelvan atrás en los casos que ellos entiendan que el pedido es justificado, enhorabuena”. A buen entendedor pocas palabras: de allí en más ya no se debería perder el tiempo interponiendo recursos engorrosos y agotando tiempos procesales, cuando un pronunciamiento judicial no satisficiera al gobierno de turno. Simplemente bastaría un llamado de algún funcionario político diciéndole al juez que dejara sin efecto su decisión y adoptara la que se le transmitiera. ¿Esto habrá ocurrido otras veces?

Y este mismo Beliz, eyectado ya del gobierno y no obstante el maltrato del que fuera objeto por parte de Néstor Kirchner quien optó por Stiuso y le exigió la renuncia, llegó a sostener que “Viví junto a Néstor Kirchner los 15 meses más felices de mi vida. Cuando el 25 de mayo de 2003 me designó ministro de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos sentí que todos los sueños por los que había luchado desde mucho tiempo antes, podían hacerse realidad. Cada noche, después de trabajar 15 o 16 horas, llegaba exhausto a mi casa, casi sin ganas de comer, pero con fuerzas para decirle a mi esposa: ‘Todavía no lo puedo creer… Es posible’”.

Lo que no se puede creer es que lo reseñado no ocurrió en Macondo sino en la Argentina de la anomia, solo que la mayoría no lo quiso ver o miró para otro lado cuando oportunamente lo denunciáramos. Hoy, en un país sin memoria, personajes de esta laya vuelven a incorporarse a la política pues según informan los medios ya tiene asegurado un conchabo en el nuevo gobierno, en cuyo seno estará en condiciones de repetir tan deleznables maniobras reñidas con el Estado de Derecho.

Por eso y a pesar del tiempo transcurrido siguen vigentes las palabras de Leandro N. Alem: “Los pueblos que no tienen vigoroso el sentimiento del derecho; que no sienten el dolor de la injusticia; que no se irritan con los vejámenes, están fatalmente condenados”

Comentarios

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *