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Lectura de Domingo: “Políticos que ‘se hablan encima’ ” por Carlos Baeza

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“La ignorancia es un rocín que hace tropezar a cada
paso a quien le monta, y pone en ridículo a quien le
conduce” (Miguel de Cervantes Saavedra)

En los últimos tiempos, es dable advertir cómo día a día se incrementa la lista de políticos y funcionarios de toda laya que “se hablan encima” sin sonrojarse, pronunciando frases de antología. Uno de los últimos fue el Ministro de Justicia, cuyo CV revela que su único antecedente en el Poder Judicial fue como pasante en un juzgado. Con esa expertise a cuestas, acaba de sentenciar que la prisión de Milagro Sala “es un claro ejemplo de persecución” y destacó que eso “ya lo dijo el presidente varias veces”. Culpó a Macri “y su mesa judicial” y pidió que la Corte Suprema corrija “estas arbitrariedades”.
Alguien que le avise que Sala no es presa política sino política presa; que quienes la condenaron no fueron políticos sino numerosos jueces, la mayoría de ellos nombrados por el kirchnerismo; y fundamentalmente recordarle que el art. 109 de la Constitución Nacional prohíbe al Poder Ejecutivo “ejercer funciones judiciales, arrogarse el conocimiento de causas pendientes o restablecer las fenecidas”.

También se lució el licenciado en comercio exterior que funge de jefe de gabinete provincial y que opina con frecuencia acerca de temas de salud, quien se animó a sostener que “Hay una parte de la oposición política que ni siquiera está empujando una cuestión de odio entre los argentinos, sino que me parece que dio un salto que ni siquiera el fascismo, el nazismo o alguna autocracia europea se animó a hacerlo, que es odiar al país”. Lo que nadie se animó a hacer y que el ex chofer de campaña del Clío parece olvidar es que comparar a la oposición con el nazismo es -por no injuriar- al menos un disparate mayúsculo, en un país que bajo el gobierno peronista fue refugio de criminales nazis. Te recuerdo Bianco algunos jerarcas nazis que con pasaportes y nombres falsos vivieron en nuestro país: Eichmann; Mengele; Priebke; Roschmann; Schwammberger y Kutschmann, entre otros. Solo por ello deberías haber omitido esa comparación que ofende a la inteligencia de los argentinos.

Pero sin duda quien encabeza el listado es el presidente Fernández que recientemente afirmó que Macacha Güemes era la esposa del caudillo salteño cuando hasta un alumno de la primaria sabe que era su hermana. Pues bien: su frase más célebre de los últimos tiempos fue la siguiente: “Los mexicanos salieron de los indios, los brasileros salieron de la selva, pero nosotros, los argentinos, llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de Europa, y así construimos nuestra sociedad”. Más allá que la cita no era de la autoría de quien sindicó como tal ni tampoco su texto era ese, lo cierto es que bastaron los comentarios de los medios y políticos de los 3 países involucrados para mostrar lo que no hay que hacer. Por eso, pareció exagerada la sobreactuación presidencial para auto denunciarse ante el INADI frente a una eventual actitud discriminatoria, que no fuera promovida por persona o entidad alguna y que solo mereciera en las redes comentarios humorísticos.

Y como era de esperarse, la interventora del INADI, Victoria Donda, a quien le acaban de prorrogar su intervención por un año más, pronunció un dictamen laudatorio para el presidente Fernández y -como es de estilo en el manual kirchnerista- culpó a Macri de algo…Alarma que una institución estatal esté en manos de un personaje totalmente ignorante del origen y fundamento de nuestras instituciones. ¡Se nota mucho (diría Kicillof) tu genuflexión! Solo te hubiera bastado leer un ratito las enseñanzas de Alberdi. ¿Qué dijo este personaje? Sin anestesia alguna sostuvo que: “Uno de los mitos fundacionales sobre los que se apoya la historia argentina es que los argentinos somos principalmente inmigrantes europeos, blancos e ilustrados. Esta línea mítica fue impuesta por los primeros pensadores nacionales, como Sarmiento, quien abiertamente llamó a omitir a toda la población originaria y construir una nación a través de la inmigración europea. Según esta idea, se pretendía contraponer ‘civilización’ (inmigrantes europeos) a la ‘barbarie’ existente en nuestras tierras (gauchos, indios, esclavos, mestizos, etc.)”

1°El primer cuestionamiento que merece el razonamiento de Donda en torno al “mito” es que este, por definición, es “fábula, ficción alegórica, especialmente en materia religiosa/Relato o noticia que desfigura lo que realmente es una cosa, y le da apariencia de ser más valiosa o atractiva/Persona o cosa rodeada de extraordinaria estima”; Diccionario de la RAE) La decisión de fomentar la inmigración europea no fue un mito sino lo que decidieran los Padres Fundadores en 1853 cuando incluyeran el art. 25 según el cual: “El Gobierno Federal fomentará la inmigración europea; y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en el territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes”. Por otra parte, tampoco fue Sarmiento quien impulsara este tipo de inmigración, por una razón muy sencilla: no integraba en 1853 la Convención Constituyente que sancionara nuestra Ley Fundamental, la que sí compartían Gorostiaga; Zuviría; Seguí; Llerena y Derqui, entre otros, pero no Sarmiento quien contribuiría con su valioso aporte intelectual recién en la reforma de 1860 que posibilitó la incorporación de la provincia de Buenos Aires a la naciente Confederación. Lamentablemente, el citado art. 25 fue tratado en la sesión del 25 de abril de 1853, pero las actas no consignan debate alguno en torno a esta cláusula como tampoco el resultado de la votación, por lo cual cabe presumir que conforme al orden en que se venía desarrollando la sesión, tal artículo fue puesto a consideración y votado favorablemente, aunque por una omisión en las actas ello no se haya reflejado. Por si Donda o alguien tiene dudas al respecto, sugiero leer las actas de dicha sesión en la pg. 159 del Congreso General Constituyente de la Confederación Argentina; Bs. As. Imprenta del Orden; 1871.

2° Quien sí pregonó el fomento de la inmigración europea fue Juan Bautista Alberdi que desde las páginas de “Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina” planteaba que la situación de nuestro territorio era la de un gran desierto despoblado el cual resultaba imposible de gobernar si no era a través de una inmigración que viniera a aportar sus conocimientos y esfuerzos en torno a la organización nacional, para lo cual entendía que en ese momento, solo Europa podía brindar ese apoyo. Si Donda se hubiera tomado la molestia de leer al tucumano -tarea que uno supone que debe haber hecho en algún momento de sus estudios de abogacía- se habría evitado “hablarse encima”.

a) En primer término Alberdi abordaba el tema en torno a las características que debería tener nuestra Constitución sosteniendo que: “La nueva constitución argentina debe ser una constitución absorbente, atractiva, dotada de tal fuerza de asimilación, que haga suyo cuanto elemento extraño se acerque al país, una constitución calculada especial y directamente para dar cuatro o seis millones de habitantes a la República Argentina en poquísimos años”. Luego enuncia las posibilidades de crecimiento de las principales provincias a través de los ferrocarriles y que las conviertan en “otras tantas Buenos Aires en población y cultura, por el mismo medio que ha hecho la grandeza de ésta, a saber, por su contacto inmediato con la Europa civilizada y civilizante; una constitución que arrebatando sus habitantes a la Europa y asimilándolos a nuestra población, haga en corto tiempo tan populoso a nuestro país que no pueda temer a la Europa oficial en ningún tiempo”.

b) A continuación entendía que el problema a resolver era poblar este inmenso y desierto territorio para lo cual pregonaba que “la población de todas partes, y esencialmente en América, forma la sustancia en torno de la cual se realizan y desenvuelven todos los fenómenos de la economía social”; de allí que “la población es el fin y es el medio al mismo tiempo”, y por ende, es “especialmente económico el fin de la política constitucional y del gobierno en América. Así, en América gobernar es poblar”. Y sostiene que ello es una realidad “porque poblar es instruir, educar, moralizar, mejorar la raza; es enriquecer, civilizar, fortalecer y afirmar la libertad del país, dándole la inteligencia y la costumbre de su propio gobierno y los medios de ejercerlo.
Esto solo basta para ver que no toda población es igual a toda población para producir estos resultados. Poblar es enriquecer cuando se puebla con gentes inteligentes en la industria y habituados al trabajo que produce y enriquece. Poblar es civilizar cuando se pueble con gentes civilizadas, es decir, con pobladores de la Europa civilizada. Por eso ha dicho la Constitución que el gobierno debe fomentar la inmigración europea”

c) Sentados estos principios se preguntaba: “¿Cómo, en qué forma vendrá en lo futuro el espíritu vivificante de la civilización europea a nuestro suelo? Como vino en todas las épocas: la Europa nos traerá su espíritu nuevo, sus hábitos de industria, sus prácticas de civilización, en las inmigraciones que nos envíe. Cada europeo que viene a nuestras playas, nos trae más civilizaciones en sus hábitos, que luego comunica a nuestros habitantes, que muchos libros de filosofía”. Y como una muestra de lo que no debía hacerse respecto al tipo de población que el futuro país requería se planteaba este dilema: “Quiero suponer que la República Argentina se compusiese de hombres como yo, es decir, de ochocientos mil abogados que saben hacer libros. Esa sería la peor población que pudiera tener. Los abogados no servimos para hacer caminos de hierro, para hacer navegables y navegar los ríos, para explotar las minas, para labrar los campos, para colonizar los desiertos; es decir, que no servimos para dar a la América del Sur lo que necesita. Pues bien: la población actual de nuestro país sirve para estos fines, más o menos, como si se compusiese de abogados…No es el alfabeto, es el martillo, la barreta, es el arado, lo que debe poseer el hombre del desierto, es decir, el hombre del pueblo sudamericano”

d) La pregunta entonces es obvia: ¿qué tipo de población considera Donde que era la indicada para el progreso de nuestro naciente país? ¿La asiática? ¿La africana? ¿La de Oceanía? ¿La de los EE.UU que luego de emigrar de Inglaterra había organizado su propio Estado? Cualquiera que haya leído un poco de historia sabe que la civilización europea era la única que en el mundo de entonces era el faro del progreso, la educación, la cultura, la industria. Nuestro país era un gran desierto despoblado y debía aspirar a una inmigración calificada la cual solo podía provenir de Europa, tal como lo revelan los censos nacionales. En efecto: el porcentaje de extranjeros en nuestro país en el relevamiento de 1869 indica que llegaba al 12,1% cuya mayoría eran italianos, españoles y franceses; en el de 1895 alcanza al 25,4% de la población en tanto que en el de 1914 se contaba con un 29,9% de extranjeros de los cuales el 75% eran italianos y españoles. Ello revela que, a diferencia de lo que sostiene Donde, la inmigración europea no fue “un mito” sino una concreta realidad impuesta por el nivel de desarrollo que en esas épocas ya había alcanzado Europa.

e) Finalmente, la misma ignorancia supina demuestra Donda al pretender que por haber fomentado la inmigración europea nuestro país se había privado de otras poblaciones igualmente valiosas, lo cual resulta igualmente una falsedad e implica desconocer la Constitución Nacional. Ya desde el Preámbulo nuestros constituyentes aseguraron los beneficios de la libertad, no sólo para nosotros y nuestra posteridad, sino igualmente “para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”. Igualmente el art. 14 que consagra el grueso de los derechos civiles los hace extensivos a “todos los habitantes de la Nación”, esto es, argentinos y extranjeros de cualquier nacionalidad. A su turno el art. 16 afirma que nuestro país “no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: No hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas”. Finalmente y como un refuerzo de estos derechos y garantías, los Padres Fundadores establecieron en el art. 20 que “Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República”. Ello demuestra que, como proponía Alberdi, debía la Constitución asimilar los derechos civiles del extranjero “de que tenemos vital necesidad, a los derechos civiles del nacional, sin condiciones de una reciprocidad imposible, ilusoria y absurda”

En este sentido señala Bidart Campos que no debemos ceñirnos a una interpretación puramente geográfica ya que “el constituyente aludió a Europa porque era, en su época, la parte del mundo con la que reconocía mayor afinidad de cultura y de estilo, y la parte del mundo de donde podían provenir los contingentes inmigratorios”. Por tanto debe entenderse que se pensó en “una inmigración apta para el progreso moral y material de nuestra comunidad y, que por ende, no se descarta la inmigración ‘no europea’ que reúne similares condiciones de idoneidad que la individualizada como europea en 1853”.

En síntesis: fomentar la inmigración europea de manera alguna significó negar ese derecho a todos los hombres del mundo como lo revelan las cláusulas constitucionales señaladas y la realidad de los censos nacionales que demuestran la integración multicultural de nuestro territorio que como siempre se ha dicho la convierte en un crisol de razas, todo lo cual Donda parece desconocer.

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