jue. 18 de abril de 2024
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Lectura de Domingo:”Quemá esos libros” por Obe Giménez

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Este artículo publicado en Facebbok y escrito por el multifacético Obe Giménez nos dispara a pensar cuánto mito -repetido e instalado- para justificar tanta mediocridad y alguna que otra desidia. En este caso específico los que reniegan de los títulos.

Últimamente he notado que en distintas redes y hasta algunos ámbitos de opinión la costumbre repetida renegar de los títulos académicos, de la educación formal, de las universidades, de los centros de investigación y otras áreas del saber.

“Un título no significa nada”
“Primero señor y después doctor”
“La ciencia al servicio del negocio”
“Lo que natura no da, Salamanca no lo presta”

Cuántas verdades, no?… No. Algo de razón tendrán, pero en un contexto determinado y/o referidas a una persona en particular. No son verdades universales, ni de cerca.

Evolutivamente, somos lo que somos como especie gracias a la genética pero también a la memética. Los “memes” no son sólo las imagenes graciosas de los Simpson o del gato con cara de sobrador. Para Richard Dawnkins (el inventor del término, el autor de “El Gen Egoísta”) son “la unidad teórica de información cultural? transmisible de un individuo a otro”.

Esa información que en un principio servía para cazar un mamut y ahora para aprender a instalar una versión pirata de “Call of Duty” tiene un flujo sencillo: de un individuo que la conoce a otro que no. Como en muchos ejemplo de la biología, de un lugar lleno a otro vacío. Al principio se haría con los ancianos sapiens sentados debajo del árbol con todos los cachorros alrededor, mientras las hembras recolectaban y los machos cazaban. Ahora los árboles son edificios, los ancianos son docentes, los cachorros estudiantes y todos laburan, pero el flujo de información es el mismo: de un lugar (mente) donde está a otro donde no está.

No pretendo ponerme a filosofar sobre el “conocimiento”, sobre lo que se aprende y aprehende, sobre si se descubre o en realidad se encuentra lo que ya se sabía. Hay cantidad de gente preparada mejor que yo para esos menesteres. Sólo digo que me llama la atención cuánto se reniega ahora del mecanismo de transmisión memética y se lo hace en forma tan liviana.

Un poco de autoreferencia: soy Médico Veterinario. Para llegar al título, ingresé a una carrera en una universidad. Hice trámites, presenté papeles que supongo consideraban necesarios, el principal de ellos, el que decía que había pasado por la instancia de aprendizaje anterior a ésta, la secundaria. Una vez adentro, leí cientos de libros (si.. en mi época se estudiaba con libros, qué loco no?), propuestos por unos señores que hace rato que eran Veterinarios y habían hecho el mismo camino que yo. También ponía el culo en una silla así de chiquita para que otro tipo en una pizarra ampliara, explicara o refutara algunas partes de esos libros Al cabo de un tiempo (un año, un semestre) esos señores me preguntaban sobre lo que yo había entendido y/o reflexionado sobre los libros y las pizarras. En mi caso, este proceso se repitió 31 veces en 5 años, las 31 materias que dura la carrera. Hubo al menos 31 personas que sabían mucho sobre el tema que me dijeron “vos sabés algo” y lo firmaron y pusieron en mi libreta universitaria. Básicamente: lo validaron. Fueron 31 ancianos abajo de sus árboles diciendo: “ve hijo, ya sabés cómo acercarte a la presa a contraviento”.

En el otro rincón… ¿cómo evoluciona uno de estos autodidactas cibernéticos? Abre una página de Face o un perfil de Twitter, googlea sobre un tema, cada tanto espía un libro del Lado Oscuro (la educación formal), arma una linda imagen para Instagram o un video todo chévere para YouTube. Y a continuación si tiene suerte o gracia, se siente validado por los “Me Gusta”, los corazoncitos, los “vistos”, el Suscribe, dale click a la campanita, y los comentarios tipo “awww… sos un geño, amiguis!!”. Su aprendizaje, su flujo de información, su memética, su llenado de conocimientos sobre el tema que trata, fue caótico y guiado por su instinto, capricho, emoción y subjetividad. Un caos personal, que puede salir bien porque cada tanto las cosas salen bien por simple suerte, nomás. El caso es que el sujeto le entra el gustito por erigirse como el gurú de la papa que intenta vender, y al poco tiempo decide salir a liquidar la competencia: “no creas todo lo que te dicen los de guardapolvo”, “tienen conflictos de intereses”, “la ciencia destruye al planeta”.

Así tenemos gente que habla de ecología, salud personal y pública, alimentación, geopolítica, sociología y la Tierra Plana, contribuyendo a la “infoxicación” general. La trampa está que no lo hace desde el desconocimiento absoluto sino desde el aprendizaje personal el cual, como toda cosa personal, es subjetivo y parcializado.

Pero… ¿la ciencia no tiene conflictos de intereses? Por supuesto que sí. ¿Los científicos se equivocan? También! Son humanos y son corruptos y se venden (googlear el término “agnotología”). ¿Los profesores no dicen bestialidades? ¡¡Pufff!! ¿La escuela y las universidades no limitan la creatividad y el libre pensamiento y bla bla bla? ¡Por supuesto! Y cometen el error de no saber hacer videos chévere ni imagenes cool para Instagram, no tiene muchos “Me Gustas” y parecen sitios oscuros e impopulares. Pero también es cierto que -con sus errores a veces muy grandes- no hemos inventado una mejor manera (confiable y repetible) de orientar positivamente el flujo de información enorme que el saber humano está acumulando desde que Gutenberg se manchó las manos con tinta. En lo personal, prefiero al tipo que primero aprendió lo formal y después le hace un Osoto-gari al conocimiento dándolo vuelta por completo, poniéndolo contra el piso y re-pensandolo hasta trascenderlo.

Siento que hay un totalitarismo de los “Me Gusta” en redes, movimientos enteros de personas que desprecian “Lo Establecido” (¿quién no? ¿o acaso a la humanidad le va fenómeno?) y que de a poco va empujando a sus líderes a la punta de la pirámide a fuerza de click izquierdo del mouse. Y que una vez arriba sus líderes se marean e impulsan medidas tiránicas, como han hecho en su momento cantidad de dictadores ordenando la quema de libros. Metafóricamente hablando y no tanto, creo que si alguien ordena quemar un título universitario es como quemar los mismos libros que me ayudaron a obtenerlo. Lo de la “quema” puede parecer exagerado, pero despreciar o denigrar una cosa es una forma de desearle su desaparición y ejecutar su exterminio.

La realidad es que ponés “autodidacta” en Wikipedia y te arroja 184 biografías, sin incluír la del ídem tucumano Palito Ortega. Ponés “científico” y te las tiene que subdividir por campo de competencia y por país, de tantos que son. Actualmente se calcula que hay casi 8 millones de personas dedicadas a la investigación científica. Agreguemos a eso los que no investigamos pero hacemos ciencia “a campo” desde una camilla, una mesada o un tablero de dibujo. Creo que, al final del día, nosotros los “formales academicistas” tenemos más “likes” que los otros, pero claro: son de la vida real, no se ven en la pantalla.
Claro que no todos descubrimos algo o generamos un nuevo meme que cambiará el mundo, pero aún los que sí lo hicieron son muchos, muchos más que esos 185 autodidactas, ahora si incluyendo a Palito.

Como sea, los Mesías del Autodidactismo deberían conservar la calma, porque la tendencia memética del mundo los favorece a ellos. Cada vez hay menos personas dispuesta a pensar en forma crítica, a estudiar, a refutar con argumentos y cada vez hay más bolas de emotividad dispuestas a creer cualquier verdura siempre y cuando no signifique tener que concentrarse por encima de los 280 caracteres.

Como decía Ray Bradbury en “Farenheit 451” (su novela de ¡1953! y la temperatura a la que arde el papel): “no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.”

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